Ethan Smith contemplaba la grandiosa escena ante él.
Aunque su rostro no mostraba ni alegría ni dolor, su aura dominante le hacía parecer un dios entre mortales, dando una impresión demasiado intimidante como para mirarla directamente.
Su aura dorada y las trazas de carmesí sobre él se veían aún más aterradoras bajo la luz del sol.
—¡Acabar con el Santo Marcial como si estuviera matando a un perro, todo el mundo sabía que desde este día en adelante, probablemente nadie sería capaz de obstaculizar a este joven!
Mirando a los dos Santos Marciales que se arrodillaron para mostrarle su amistad primero, Ethan Smith extendió su palma y les hizo ponerse de pie con un suave movimiento de su mano.
El par estaba aterrorizado, sin atreverse a encontrar la mirada de Ethan directamente.
No sabían cuál sería el destino que les esperaba.
Ya fuera vida o muerte, ya no estaba en sus manos.