—La mujer le dijo al hombre de mediana edad: «Jingchen, el niño ha vuelto. ¿Puedes no estar enojado?»
El hombre de mediana edad resopló y dijo: «¡Es tu culpa por consentirlo tanto! Se fue sin decir nada y no ha vuelto a casa en tantos años».
—Padre... ¡lo siento! —Las lágrimas corrían por la cara de Lin Wenxuan mientras hablaba con voz ahogada. Se arrodilló frente al hombre de mediana edad y se inclinó varias veces.
—Tú... —El hombre de mediana edad señaló a Lin Wenxuan y suspiró profundamente.
Luego, avanzó rápidamente y ayudó a Lin Wenxuan a levantarse. Dijo solemnemente: «Los hombres tienen oro bajo sus rodillas. ¡No te arrodilles tan fácilmente!»
—Padre... te extraño. —Lin Wenxuan dijo con voz ronca.
—¡Bastardo! No te he visto en unos años, ¡pero has crecido más fuerte! —El hombre de mediana edad regañó con una sonrisa antes de abrazar fuertemente a Lin Wenxuan. Ya no podía contener más las lágrimas.
Las lágrimas en los ojos de Lin Wenxuan no paraban de fluir.
