En este momento.
País Sakura.
Isla Cielo Divino.
Un cerezo estaba plantado en una montaña enorme.
Kagura Kenshin, quien llevaba un kimono blanco, estaba cultivando bajo el cerezo.
Su cuerpo brillaba con luz blanca, y corrientes de aire se expandían desde su cuerpo, barrriendo los pétalos de cerezo en el suelo.
En este momento.
—¡Santo de la Espada! ¡Malas noticias! ¡Malas noticias! —Masahiro Ono corría hacia él en pánico con su teléfono.
Kagura Kenshin abrió los ojos y frunció el ceño. —¿Sr. Ono, qué ocurre?
—¡Mira y lo sabrás! —Masahiro Ono le entregó el teléfono a Kagura Kenshin.
Kagura Kenshin tomó el teléfono celular y lo miró.
Unos minutos más tarde...
—¿Un experto en la Clasificación Divina? —Entrecerró los ojos ligeramente.
—¡Así es, Santo de la Espada! Este chico ha ingresado en las filas de los expertos de la Clasificación Divina como usted. ¿Qué derecho tiene este chico para ser comparado contigo? —dijo Masahiro Ono enojado.