Entonces, Yang Luo aterrizó con firmeza en el sexto piso y caminó hacia Chu Yanran.
A medida que Yang Luo se acercaba paso a paso…
La figura y el rostro del hombre se hicieron más claros.
—Wuwu… —Chu Yanran sollozó.
En el momento en que vio a Yang Luo de nuevo,
los agravios, el anhelo, la alegría, la disculpa y otras emociones complicadas surgieron en su corazón.
Mientras él se acercaba…
Yang Luo se agachó y acarició la cabeza de la mujer. Bromeando, dijo:
—Niña tonta, no te he visto por un tiempo. ¿Por qué te gusta llorar tanto?
—¡Por supuesto que no! ¡No estoy llorando! —replicó Chu Yanran.
Quería levantar su mano para secarse las lágrimas, pero su mano ya estaba rota.
No podía hacerlo en absoluto.
—Estás tan gravemente herida. No te muevas.
Mientras hablaba, Yang Luo movilizó el Verdadero Qi en su cuerpo.
Juntó el índice y el dedo medio de su mano derecha y tocó algunos puntos de acupuntura en el cuerpo de la mujer para controlar sus heridas.
