Cuanto más silente era Ye Chen, más feliz se sentía la bestia. Si Ye Chen ni siquiera podía refutar, entonces Ye Chen era prácticamente un cordero esperando ser sacrificado.
La bestia emergió de un aura diabólica infinita y se burló de Ye Chen mientras lo pisaba.
—¿Todavía crees que puedes refinar la Tableta de Reencarnación?
Cuando el anciano vio esta escena, sonrió y acarició su barba. No había enojo en sus ojos, solo tranquilidad.
Había incluso cierta expectativa.
Ye Chen era realmente un genio. Nadie podía negar el talento de Ye Chen. Sin embargo, por más talentoso que fuera, todavía había un límite...
Este límite no podía ser superado simplemente con talento.
En cuanto a la bestia, estaba eufórica. Pisar a este genio humano le daba una sensación refrescante y satisfactoria.
—¡Estaba humillando a Ye Chen!
Los ojos de la bestia brillaron con un destello cruel.
Mientras hablaba, de repente levantó su pata y arañó uno de los muslos de Ye Chen.
