En el camino, Ye Chen iba sentado en el asiento trasero con los ojos cerrados.
Una tenue corriente de energía espiritual giraba a su alrededor.
Zhu Ya echaba un vistazo a Ye Chen a través del espejo retrovisor de vez en cuando, preguntándose qué estaría pensando.
Su identidad en la familia Zhu era especial, y como tal, nunca había sido chófer de nadie. Hoy, esto había cambiado.
Sin embargo, con Ye Chen sentado en la parte de atrás, ella sentía una sensación de seguridad. Tal vez esta era el aura que emitían los poderosos expertos.
—Señor Ye, llegaremos en unos diez minutos —dijo Zhu Ya.
—De acuerdo.
Zhu Ya conducía a un ritmo constante, lo que le facilitaba concentrar su atención en la cultivación.
De repente, se escuchó el sonido de dos motores rugientes que venían desde atrás.
Zhu Ya miró por el espejo retrovisor y notó dos coches deportivos acercándose a toda velocidad, uno rojo y otro blanco.
¡Estos dos coches indudablemente estaban compitiendo!