Al sentir que la atmósfera no era del todo correcta, el anciano dio un paso adelante y amenazó a Ye Chen.
—Mocoso, has puesto un pie en un camino sin retorno. Tu fuerza no vale mi tiempo. Una vez que haga mi movimiento, estás muerto.
—¡Arrodíllate y acepta tu destino!
En su opinión, Ye Chen era alguien que solo sabía cómo usar trucos sucios y no tenía fuerza real.
Los ojos de Ye Chen se estrecharon mientras liberaba su intención de matar.
—¿Quién diablos eres tú para darme órdenes? ¡Tú deberías ser el que se arrodille!
Se lanzó hacia adelante, y la fuerza con la que se impulsó desde el suelo hizo temblar el piso. Ye Chen lanzó un puñetazo violento imbuido de su intención de matar.
Pillado desprevenido, el anciano retrocedió rápidamente mientras lanzaba un puñetazo propio.
Antes de que los dos puños colisionaran, los labios del anciano se curvaron en una sonrisa malvada.
—Pequeño bastardo, olvidé decirte que me especializo en técnicas de puño.