—No puede ser verdad, ¿verdad…
Extendió la mano, levantó el teléfono del suelo y presionó el botón para responder.
—Papá…
Su voz temblaba.
Segundos después, un rugido impactante se escuchó desde el teléfono, —¡Lei Zhe! ¿A quién demonios ofendiste? ¡Ahora, la familia Lei está llena de cadáveres! ¡Maldita bestia! ¡Tú-!
La llamada terminó.
En ese momento, Lei Zhe sintió que había caído en un abismo. ¡Una simple llamada telefónica había decidido el destino de su familia!
¡Ni siquiera se atrevía a mirar al joven frente a él!
¿Qué clase de demonio era este?
Reaccionó rápidamente y se inclinó ante Ye Chen.
—Señor… Yo, yo, yo... Me equivoqué. Por favor, déjame ir. Estoy dispuesto...
¡Su único deseo ahora era vivir!
¡Estar vivo significaba que aún había una oportunidad!
—No deberías haberme provocado, y no deberías haber intentado tocar a mi mujer. ¡Firmaste tu propia sentencia de muerte!
Ye Chen condensó una hoja de viento en su mano, que atravesó el cuerpo de Lei Zhe.