Era tarde, así que Ye Chen se preparó para enviar a Chu Ying a casa.
Después de todo, esta vez, Chu Ying había lidiado con muchos problemas por él.
Los dos se habían conocido hace no mucho tiempo, y aunque Chu Ying sabía sobre la relación entre él y el Emperador Demonio, no había necesidad de que ella llegara tan lejos.
Chu Ying bajó la cabeza. Ella tenía un talento extraordinario y su familia era poderosa. Por lo tanto, muy pocos hombres podían acercársele. La mayoría de los que lo intentaban eran del tipo que ella odiaba.
Esta era la primera vez en su vida que había caminado tan íntimamente con un hombre. Aunque siempre había bromeado con Ye Chen en el Pabellón de la Luna, Chu Ying no tenía experiencia alguna con hombres.
Ahora, dada tal atmósfera, Chu Ying en realidad se sentía tímida.
Ye Chen miró a Chu Ying extrañado. Parecía que algo andaba mal con ella ahora, así que no pudo evitar preguntar:
—Chu Ying, ¿qué te pasa?
