Si otros supieran que habían humillado a Ye Chen de esa manera...
Uno podría imaginar lo difícil que sería para ellos sobrevivir en la academia en el futuro...
—Señores, ¿pueden honrar su apuesta ahora? —Ji Xuan los miró inexpresivamente.
Sus expresiones cambiaron varias veces. Querían negarse, pero ¿podrían?
Justo ahora, Ji Xuan y los demás no fueron los únicos que escucharon su conversación. En este momento, ya había varias miradas dirigiéndose hacia ellos.
¿Qué podrían hacer aparte de disculparse?
Ellos apretaron los dientes y finalmente se levantaron. Sus corazones del Dao eran casi inestables bajo la presión. Gritaron a Ye Chen, que estaba de pie orgullosamente en el campo de entrenamiento, con caras amargas —Lo sentimos, Ye Chen. Estábamos ciegos y te subestimamos. Te hemos ofendido. Tu fuerza es indudable, y va más allá de nuestra imaginación. Estábamos equivocados...