10 pm esa noche.
Sun Yi no condujo esta vez. En cambio, caminó de regreso a su apartamento.
Dejó que la brisa fría le soplara en la cara, con la esperanza de que aclarara su mente.
Los acontecimientos del día fueron como una montaña rusa emocional para ella.
El hombre al que había estado menospreciando en realidad le había dado una fórmula que valía mil millones como si no fuera nada.
Ye Chen le había dicho esa mañana que la fórmula podría mantener a flote a una empresa cotizada. En ese momento, ella le había mirado con desprecio, suponiendo que era solo un patético estafador contando una historia exagerada.
¡Mirando hacia atrás ahora, ella era la patética allí!
—Ye Cheng, ¿querías que me avergonzara? ¿Por qué me diste algo tan valioso? ¿Por qué no me dijiste que era real...? —susurró para sí misma.
Eventualmente, Sun Yi llegó a la puerta de su apartamento y sacó su llave, pero no se atrevió a abrir la puerta.