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—¿Prefieres bajar por tu cuenta o quieres que te patee escaleras abajo? —preguntó Ye Chen impasible.
Dado que esta persona no tenía tesoros, no los dejaría subir por la escalera.
—Y... ¡Yo bajaré por mí mismo!
El hombre sonrió con amargura. Si atacaba a Ye Chen, solo se estaría humillando a sí mismo.
Los cultivadores que habían entregado sus tesoros estaban apretando los dientes de odio. Al principio, se reían de aquellos a quienes habían robado. Sin embargo, su turno llegó pronto.
Al final, todos decidieron que después de haber obtenido el tesoro del Santo Demonio, obligarían a Ye Chen a escupir todo lo que les había robado.
Incontables cultivadores entregaron sus tesoros uno a uno y subieron la escalera sin parar.
Ye Chen no los detuvo. Cuanto más alto iban, mayor era la presión.
Incluso él no estaba seguro de poder llegar a la cima.
Ye Chen ya se estaba riendo por dentro. Con estos recursos, sería capaz de fortalecerse de nuevo.
