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Ye Chen sintió que se le avecinaba un dolor de cabeza. Sin embargo, no tenía la energía para buscar a Wei Ying en ese momento. Aun así, a juzgar por la reacción de la pulsera, ella no debería estar en peligro.
Mientras Ye Chen estaba sumido en sus pensamientos, una voz envejecida resonó de repente.
—Muchacho, ¿cómo te ha ido en el Continente Lingwu? ¿Te has acostumbrado? —La expresión de Ye Chen se congeló cuando escuchó esta voz familiar. Al girarse, vio a un hombre viejo sosteniendo una calabaza de vino no muy lejos de él.
El hombre viejo tomó un sorbo de vino, y su rostro estaba ligeramente rojo. Miraba a Ye Chen con una mirada intensa, como si estuviera profundamente interesado.
En este momento, Ye Chen tenía demasiadas dudas en su corazón. Desde la Ciudad de Xiangjiang en Huaxia, pasando por las Montañas Kunlun, y luego al Continente Lingwu, este hombre viejo siempre había aparecido cuando menos lo esperaba.