—¿Dónde están Xia Ruoxue y Ji Siqing?
Ye Chen fulminó con la mirada al herido Ye Fudong. Su voz era extremadamente fría, sin rastro alguno de calidez.
Aunque Ye Fudong era el jefe de la familia Ye, no era diferente de una hormiga frente a Ye Chen.
La violenta presión espiritual de Ye Chen se desató como una inundación, haciendo que el rostro de Ye Fudong se pusiera pálido y su corazón temblara.
¿Quién hubiera pensado que el pequeño bastardo que la familia Ye había descartado, en realidad crecería hasta este punto?
—Si no hablas, ¡no podrás hacerlo cuando termine contigo! —En ese momento, sus ojos estaban llenos de ira e intención de matar.
Ji Siqing y Xia Ruoxue eran seres queridos, y nadie tenía permitido tocarlas. ¡Incluso si los cielos quisieran hacerles daño, Ye Chen subiría allí y les daría una paliza!
En ese momento, Ye Fudong de repente rió sin contención.