—¡Suspiro, no esperaba que la situación en las Montañas Kunlun fuera tan difícil! —exclamó Xue Qiye con una mezcla de sorpresa y frustración.
—Originalmente pensaba que solo estaban dispuestos a ser perros. No esperaba que fuera así... —su voz se fue apagando, reflejando su desilusión ante lo inesperado de la situación.
En el Cementerio Samsara, Xue Qiye tenía sentimientos encontrados. Si fuera él, también lo habría hecho. Una o dos personas podrían ser fervientes y resistirse, pero podrían causar la masacre de toda la secta.
—¡Ye Chen, haz lo mejor que puedas para convencerlos! —le animó, esperando que pudiera influir sobre los demás.
—Para expertos como estos, no importa qué tan fuerte sea el sello de espada, ¡no los hará combatientes dispuestos! —era consciente de que la fuerza por sí sola no bastaba para ganar lealdades.
—Solo si están dispuestos a seguirte podrán mostrar su fuerza completamente. —resaltó la importancia de la voluntad sobre la coacción.