—¿Eh? ¿El abogado de divorcio ya está en Los Ángeles? Eso es muy rápido... —Kate dijo—. ¿Estás seguro de que podemos hacer eso? Quiero decir, basándome en la confianza que depositas en él, parece ser un abogado de divorcios renombrado. Es imposible que no trabaje en nada más que en mi caso, ¿verdad?
—No, él viene aquí solo por tu caso —insistió Henry—. Así que vamos a encontrarnos con él esta noche o mañana por la mañana. Tenemos que encargarnos de tu divorcio lo más pronto posible.
—Eres muy impaciente, ¿sabes eso, verdad? —Kate dijo—. ¿Vas a casarte conmigo justo después de que consiga el divorcio?
—Obviamente —respondió Henry sin dudarlo—. Ya tengo todo planeado en mi mente, solo necesito hacerlo realidad.
Kate seguía asombrada por la precipitación y seguridad de Henry. No importa cuántas veces Henry le dijera que se casaría con ella pase lo que pase, aún sentía que su amor era demasiado repentino y apasionado para ella.
Pero eso no significa que no disfrutara de su compañía.