Henry suspiró.
Sabía que Erin debía haber dejado un sabor amargo en la boca de Kate. Pero era cierto. Incluso Henry tenía que admitir que en parte fue culpa de Kate por malcriar a esa mujer hasta convertirla en una enorme arpía.
—No te preocupes por ella. Está sobreviviendo comiendo pescado y focas ahora mismo, probablemente. Creo que no ha muerto todavía, ya que ese tal Faro siempre me envía una actualización de ella comiendo pescado hervido miserablemente —dijo Henry—.
Kate se rió, no quería sonar cruel, pero la idea de que su hermana estuviera sufriendo en aislamiento era suficiente para ponerle una sonrisa en el rostro.
—Además, también quiero una hija porque pensé que se parecería a ti —dijo Henry—. Será muy bonita y hermosa. Jugaré con ella todos los días.
—¿Y qué hay de malo en tener un hijo? Apuesto a que se parecerá a ti —dijo Kate—. Siempre me he preguntado qué bonito sería ver una versión en miniatura de ti.