—¿Yo? ¿Con otro hombre? pfft–ahahah!—Kate se rió a carcajadas como si fuera el chiste más gracioso que había escuchado en una semana—. No soy un joven rico y guapo que coquetea con cualquier ser vivo sobre la tierra como tú, señor Grant. Antes de atraparme con otro hombre, te veré con al menos diez mujeres más primro.
—Estás subestimando, Gatita —Henry se rió por el chiste—. ¿Quién sabe cuántos hombres puedes seducir con tu belleza? Eres la flor más hermosa en un jardín, y las abejas no pueden evitar acercarse para obtener tu dulce néctar.
—¿Y tú eres una de ésas abejas? —Kate bromeó.
—No, yo soy el matamoscas —afirmó Henry—. Las ahuyenté a todas, así que puedo tenerte toda para mí. Hmm, quizás debería quemar la colmena también, solo para asegurarme.
Ambos se rieron. Este tipo de broma traviesa, añadida con un chiste ridículo, aclaró la incomodidad entre ellos.
Kate y Henry se sintieron más cercanos después de eso, y Henry preguntó:
—En serio, ¿hice algo que te lastimó anoche?