—Quiero tu confianza, Henry —dijo Kate firmemente.
—Mi... ¿confianza? —Henry repitió, preguntándose si había escuchado mal.
—Sí, sé que no importa cuánto trate de convencerte, nunca recuperaré esa confianza después de lo que hice —Kate esbozó una sonrisa amarga al saber que ella fue la causante de todo lo sucedido—. Has estado ansioso todos los días, temiendo que te vuelva a abandonar, y has estado tratando de unirnos, ¿verdad?
Henry no esperaba que Kate supiera leer todo en su mente.
Lamentablemente, ella tenía razón.
Henry estaba en constante ansiedad, y su obsesión le decía que debía encerrar a Kate en su ático por el resto de su vida, asegurándose de que no pudiera abandonarlo de nuevo.
Y a pesar de ello, tampoco quería entristecerla, así que lo único que podía hacer era forzarla sutilmente a que se quedara sin importar qué.
—No necesito nada más, Henry —dijo Kate—. Tengo al hombre que amo y que me ama de vuelta con un niño sano que pensé que nunca tendría.