"Robin llegó un poco tarde porque tuvo que recoger algunas hermosas rosas en el camino. Se aseguró de elegir uno de los ramos más grandes disponibles, y afortunadamente, Daniel aún no había llegado.
Cuando Robin llegó a la mansión, fue recibido por Sabrina en la puerta en lugar de la criada. Ella sonrió al ver las rosas, se las quitó y lo abrazó.
—Son preciosas. Me encantan —dijo Sabrina.
Robin no estaba sorprendido, ya que sabía cuánto amaba ella las flores, pero estaba feliz de que ella estuviera feliz.
—Lo son, pero no tanto como tú —respondió Robin.
Sabrina sonrió tímidamente, preguntándose cuándo Robin había aprendido a ser tan dulce con sus palabras. Nunca solía decirle esas cosas antes.
Curiosa por este cambio en él, le preguntó:
—¿Dónde aprendiste a decir esas palabras?
Había diversión en su tono, así que Robin supo que estaba preguntando en broma. Respondió sinceramente.
—No lo aprendí. Son lo que siento en mi corazón.