Robin se sintió conmovido por la simpatía mostrada por el público, sintiéndose emocionado hasta lo más profundo.
Mientras tanto, las lágrimas en los ojos de Sabrina entristecieron su corazón.
No tenía el poder de traer a su madre de vuelta de su tumba, pero se aseguraría de que ella obtuviera la justicia necesaria.
Por ahora, lo que importaba era asegurarse de obtener la confirmación de la confesión de Zayla hecha por el propio culpable.
—Échalo en su cara —Robin instruyó al camarero sin emociones, este último se quedó paralizado.
—Disculpe, señor —preguntó sorprendido, mientras Robin habló con molestia,
—Me oíste. O mejor lo echo en la tuya.
—Haré lo que usted diga —respondió rápidamente el camarero después de confirmar las palabras de Robin.
Vertió el agua sobre el hombre inconsciente y este despertó de golpe, temblando de frío.
—Zayla, ¿estás bien? —preguntó cuando todos los recuerdos volvieron a su mente, lamentando no haberse ido con su esposa cuando ella lo sugirió.