Daniel rápidamente corrió hacia él y lo llevó a la cama, al mismo tiempo que el médico entró.
—Doctor Paul, gracias por llegar tan rápido —dijo Daniel aliviado pero aún nervioso—. Robin era fuerte y nunca nada lo había hecho desmayarse en su vida, desde que Daniel lo conocía.
—¿Qué le pasó? —preguntó el médico mientras revisaba el latido del corazón de Robin con su estetoscopio.
—No lo sé —respondió Daniel antes de que sus ojos se dirigieran a la carta y la recogiera del suelo, leyendo las primeras líneas, adivinó de dónde venia el shock—. Creo que es por esta carta que su padre le dejó, pero debe ser confidencial, así que no debemos leerla.
Daniel era el mejor amigo de Robin pero no leería algo que considerara confidencial a menos que Robin se lo permitiera.
Mientras el médico revisaba a Robin, Daniel dobló la carta, la volvió a meter en el sobre, la colocó en el maletín y lo cerró.