Matilda sonrió tristemente, temerosa de que su secreto más antiguo se saliera de control. Estaba segura de no poder volver a ver a la persona en cuestión nunca más.
—¿Prometes no decirlo? —preguntó seriamente a Lizzy.
Lizzy era curiosa y sabía que los secretos eran secretos,
así que definitivamente no iba a decirlo a nadie.
—Será nuestro pequeño secreto —prometió.
Matilda aún dudaba un poco y pensó en obtener algo a cambio. Le preguntó a Lizzy,
—Entonces dime primero, ¿te gusta Daniel?
Lizzy cubrió su rostro tímidamente y sonrió. —Sí, pero me gustaría conocerlo primero.
Había hecho un gran trabajo fingiendo, pero al ver que podría perderlo todo si seguía con el pretexto, decidió enfrentarlo. Matilda sonrió y la animó,
—Bien. No se lo pongas demasiado fácil, pero tampoco demasiado difícil.
—¿Cómo es eso? —Lizzy preguntó con otra carga de confusión. Matilda explicó tranquilamente,