—Esa conversación había durado apenas unos segundos —pensé—, pero había logrado lo que necesitaba. Había recuperado el control de mí misma y ya no corría el peligro de dejar salir a mi lobo, ni a ninguno de mis otros animales, a jugar.
—Sabía que necesitaba tener fe en Odín y en su capacidad para desactivar la situación —continué reflexionando—. Aún así, estaba un poco nerviosa por todo lo que estaba sucediendo. No quería admitir que Orson me estaba afectando o que me preocupaba no ser lo suficientemente fuerte para detenerlo.
—No habría dudado de mí misma si solo fuéramos Orson y yo enfrentándonos. Incluso si fuera solo yo contra todo su ejército —mi confianza se reafirmaba—. Podía defenderme por mí misma y no temía que él pudiera lastimarme. No, temía por los humanos, por Devon y sus hombres, por Reece y mis guardias. No quería ver a nadie herido, justo como había dicho Odín. Quería que esto terminara de forma pacífica, y pronto.