—¿Reece? —lo llamé después de que él se había ido mientras yo estaba arrodillada en el puente empapado de sangre donde él había estado acostado. Mi voz apenas era audible mientras se alejaban de mí—. Reece —sentí las primeras lágrimas que había estado conteniendo trazar su camino por mis mejillas.
—Trinidad —Vicente se arrodilló a mi lado—. Sentí el movimiento, lo escuché allí, pero no lo vi. Todavía tenía mis ojos fijos en el lugar donde Reece desapareció en la distancia—. Trinidad —me llamó de nuevo, esta vez puso su mano en mi espalda entre los hombros. Estaba frotando pequeños círculos relajantes para ayudarme a calmarme tanto como fuera posible—. Vamos, Trinidad, entremos. Necesitas limpiarte y después necesitamos hablar con los demás.