—¡TALIA! —Alexio la llamó, con miedo en su voz.
—Estoy aquí. Y estoy bien, Lex. Estoy segura —ella se apresuró hacia adelante y tomó su mano—. ¿Estás bien tú? —Aún estaba llorando, pero ahora parecían lágrimas de alegría.
—¿Por qué lloras? —Él le preguntó, levantando la mano para secar una lágrima de su mejilla y manchándole la cara con sangre.
—Lex, idiota. Pensé que habías muerto —ella lo abrazó y lo estrechó entre sus brazos—. Por eso estoy llorando. Pensé que te iba a perder.
—No te vas a deshacer de mí tan fácilmente —Alexio se rió débilmente—. Soy tu guardia de por vida. Te protegeré pase lo que pase, Talia —la abrazó torpemente mientras miraba alrededor. Era evidente que no sabía qué hacer en ese momento. No pensó que Talia lo abrazaría así.