—Estoy aquí. Estoy aquí. ¿Qué pasó? ¿Qué es? ¿Son los bebés? ¿Es Trinidad? ¿Qué está pasando? —entró corriendo a la habitación como si algo lo estuviese persiguiendo. Había corrido todo el camino hasta aquí con su bolsa médica en la mano y su estetoscopio alrededor del cuello. Podía decir que realmente estaba asustado.
—Reece, ¿qué le dijiste? Parece como si los sabuesos del infierno estuvieran tras él.
—Solo le dije que necesitaba que viniera tan pronto como le fuera posible. Eso fue todo. —actuaba todo inocente como si no hubiera hecho nada malo.
—Maldita sea, Reece. Podrías haberle dicho que no había emergencia médica. Probablemente le asustaste años de vida. —lo regañé.
—Sí, le asusté años de vida a su inmortal existencia. —eso hizo reír a Reece, y tuve que contenerme para no reírme también. Y realmente no creía que mi risa fuera justa para Griffin en este momento.