—¿Él? —Los labios de Zooey se curvaron en una sonrisa astuta.
—Cof cof... —George Lee retrocedió rápidamente con cautela. —¡No me mires así!
—¡Se sentía culpable! Después de todo...
—¡Humph! —Zooey cruzó los brazos y lo miró fijamente. —Él está de buen humor. ¡Puedes entrar y pedir tu recompensa!
Tan pronto como terminó de hablar, tarareó una melodía y se fue. Sin embargo, en su corazón se reía secretamente. Después de entrar, ¿no maldeciría la cabeza de este cobarde hasta convertirla en cerebro de cerdo?
Como hombre, le gustaba tanto, pero tenía que ser tan cobarde.
Nunca había visto a este tipo tan tímido cuando ella estaba cargando en el campo de batalla. Ella no era una tigresa.
—¿Qué quieres decir con eso? ¿Parezco el tipo de persona que pediría crédito? —La cara de George Lee se volvió tensa.
—De verdad... —Sin embargo, Zooey lo ignoró. George Lee, que estaba aburrido, solo podía frotarse la nariz y entrar al estudio.