—¡Las cosas felices hacen que la gente se sienta renovada! Especialmente Andy, que ya era arrogante para empezar, sin mencionar ahora.
En sus ojos, no había nadie digno de ser su oponente en todo el estado de Colorado.
—Hermano Andy, ¿qué dijo el Señor Martin? —En este momento, uno de sus subordinados preguntó con curiosidad. Pronto, sus subordinados aguzaron los oídos. Sabían que algo bueno debía haber sucedido. Eran los ayudantes de confianza de Andy. Si algo bueno le sucedía a Andy, sus vidas mejorarían mucho.
—¿Cómo no esperarlo?
—El Señor Martin, tras cuidadosa consideración, finalmente ha decidido pasarme el cargo a mí —Andy no podía ocultar su emoción—. De ahora en adelante, todo depende de ustedes. ¿Quién puede reemplazarme?
Tenía que darles a sus subordinados un sabor de la dulzura.
De lo contrario, ¿cómo convencería a las masas?
—¡Felicidades, Hermano Andy!
—¿Todavía me llamas hermano?
—¡Tienes que llamarme Tercer Maestro!