¡Muevanse! —gritó Emilia.
Cuando volvió a hablar, su voz era mucho más severa.
No regresó como miembro de la familia Davis, sino como una accionista mayoritaria.
¡No toleraría todas las vejaciones que había sufrido en el pasado!
—Sí...
—¡Lo siento, Sra. Davis!
—¡Pedimos disculpas por ofenderla!
...
¡En un instante, los guardaespaldas se apartaron!
La valiente y heroica Emilia ni siquiera les miró mientras daba un paso adelante, lista para entrar en ese frío grupo que había dejado durante ocho años, por el cual había renunciado a su juventud, a todo su arduo trabajo y a toda su sangre!
—¡Falso!
—¡Debe ser falso!
Pronto, uno de los guardaespaldas volvió en sí y gritó:
—¡Maldita sea, detengan a esa perra!
—¿Ella? ¿Cómo podría tener acciones del Grupo Davis?
En el momento en que se dijeron estas palabras, todos recuperaron la lucidez.
Él agitó su mano para detenerla de nuevo...
Emilia tomó un profundo aliento y un atisbo de impotencia apareció en sus hermosos ojos.