—Está bien... —asintió Queta impotente, luego se sentó en la silla y esperó.
En un abrir y cerrar de ojos, había pasado media hora.
Ya eran más de las ocho de la noche, pero ninguno de los cinco jefes había llegado.
Connor presentía que algo estaba mal, así que frunció el ceño y preguntó:
—Queta, ¿qué pasa con esta gente? ¿Realmente quieren vender su empresa?
—Bueno, señor McDonald, ahora mismo les llamo a estas cinco personas y les pregunto qué quieren decir con esto —Queta se apresuró a voltear hacia Connor y sacó su teléfono para llamarlos.
—Hola, Presidente Wendon, ya estoy en el Hotel Emperador. ¿Por qué aún no ha llegado? —preguntó Queta inmediatamente después de que la otra parte contestara la llamada.
—Señorita Juve, lo siento mucho. No podré asistir a la cena de hoy... —murmuró el Presidente Wendon.
—¿No va a venir? ¿Por qué? ¿No quería hablar con el jefe de nuestra empresa sobre la adquisición? —Queta preguntó confundida.