—¡Haré que desees estar muerto si siquiera un solo cabello de mi hija resulta dañado!
La voz de Alberto se tensó de ira mientras gritaba a Connor.
—¡Bien, me gustaría ver si tienes la capacidad!
Connor entendió que personas como Alberto solo respondían a la fuerza, así que movió ligeramente su mano derecha.
Instantáneamente, la afilada daga cortó el delicado cuello de Aida y la sangre comenzó a fluir lentamente por su cuello.
El estado de ánimo de Connor era extremadamente tenso en ese momento. Después de todo, nunca había matado a nadie antes y no sabía qué fuerza usar para intimidar a Alberto sin dañarla.
—¡Detente! ¡Detente ahora mismo!
Alberto se puso nervioso y gritó con urgencia.
—¿Asustado? —preguntó Connor con una sonrisa.
—¿Qué es lo que quieres, exactamente?
Los ojos de Alberto se enrojecieron de enojo mientras gritaba a Connor.