—Zaya… Zaya…
—Deja de decir su nombre. ¿Cómo puede dormir si sigues llamándola?
—Pero, ha estado durmiendo todo el día.
—¿No deberíais estar ya en la cama? —Caña cruzó sus brazos, mientras los dos niñitos frente a él se sobresaltaban con la presencia de su padre. Estaban demasiado absortos con su pequeña hermana bebé, por lo que no notaron la presencia de su padre.
Caña casi sonrió al ver la expresión de sus hijos cuando fueron atrapados con las manos en la masa tratando de moverse sigilosamente en el medio de la noche.
Sus ojos azules brillaban con intensidad en esta habitación con poca luz, mientras detrás de ellos, dentro de su cuna, su hermanita bebé reía a carcajadas, como si supiera que su hermano se había metido en problemas.
Iris había dado a luz a su hija hace cinco meses y este paquete de alegría fue verdaderamente una bendición en su vida y sus dos hermanos mayores la adoraban tanto.