Abby miró al cielo, sosteniendo a su recién nacido. Tenía este mal augurio desde que vio que la lluvia negra comenzó a caer y el cielo se volvió tan oscuro. Ella sabía con certeza que esto tenía algo que ver con Decrático e Iris.
—Ssh... Ssh... —Abby arrullaba a su bebé que empezó a llorar, como si pudiera sentir su preocupación. —Está bien, Bielle, está bien.
Desde el pasillo, el eco de pasos fuertes resonó y poco después hubo un golpe en su puerta. Era Aliana. Ella entró a la habitación incluso antes de que Abby la dejara pasar.
—Esto no es bueno —dijo Aliana.
—Lo sé. —Abby pensó que Aliana hablaba de la lluvia negra y el cielo oscuro, pero en realidad, había algo peor que eso.
—El humo rojo del miasma venenoso se ha esparcido. Se ha expandido. Llegará aquí pronto.
Los ojos azules de Abby se endurecieron. Salió apresurada de la habitación con el bebé llorando en sus brazos. —¿Cuánto tiempo tenemos?
—No sé, quizás dos a tres horas —respondió Aliana, apurándose detrás de ella.