—¿Dónde está mi hija? —preguntó la anciana Rosa a Rei, su voz y la forma en que miraba al hombre estaban llenas de odio y enojo. Esta no era la mirada que le darías a alguien a quien respetabas.
Sin embargo, el respeto de la anciana Rosa por Rei se había perdido durante tantos años.
—Han pasado más de cuatro décadas y todavía me haces la misma pregunta —dijo Rei con calma. Se sentó en una silla y le hizo un gesto a la anciana Rosa para que también se sentara, pero ella no se movió del lugar donde estaba parada. Ni siquiera quería sentarse en la misma mesa que Rei si podía evitarlo. —Conoces la regla, Rosa.
—¡Me importa un carajo la regla! —gritó la anciana Rosa.
En ese momento, los dos estaban dentro del dormitorio de Rei, donde estaban solo ellos dos. Esta habitación estaba rodeada de magia, así que no importaba cuán fuerte gritara la anciana Rosa, la gente de afuera no podría escucharlos.
Por lo tanto, Rei la dejó gritar y maldecir a su gusto.
