—Se ha ido, ¿verdad? —Iris preguntó a Aliana sombríamente—, miraba al espacio vacío, donde estaba el licántropo la noche anterior. Pensó que podrían continuar su conversación en la mañana cuando Cane volviera a su forma humana, pero resultó que su compañero se había ido mientras ella dormía.
—Luna, el alfa... —Aliana intentó consolar a Iris—, pero ella negó con la cabeza para impedirle siquiera intentar decir algo para hacerla sentir mejor.
—Tengo mucha hambre. Quiero comer algo —Iris miró su pulsera, uno de los regalos que Cane le dio y que le gustaba mucho, por lo que solía usarlo.
—Seguro, luna, ¿qué te apetece comer? —Aliana pensó que esto era mejor. Al menos, a pesar de que estaba enfadada, no había perdido el apetito.
—Siento que podría comerme tres pollos enteros —Iris lo dijo entre dientes, como si tuviera rencor hacia los pollos.