Dama Cyan era una mujer muy elegante y reservada, aunque ya no era una joven doncella, su belleza era suficiente para cautivar a cualquier hombre. Había algo en ella que te hacía querer bajar la cabeza y someterse a ella. Irradiaba un aura misteriosa y la forma en que se conducía era algo que ni siquiera la reina podía lograr.
La gente la miraba con más cuidado, incluso el rey mantenía su compostura y era más vigilante, mientras que el imprudente príncipe heredero se situaba en la parte posterior de ellos, con la cabeza bajada, como un niño pequeño, que acababa de recibir una regañina fuerte.
Así es como Caña veía toda la situación, incluso la atmósfera cambiaba ligeramente con la presencia de Dama Cyan.
Sin embargo, la dama en cuestión tenía sus ojos puestos en Iris, observaba a la chica castaña rojiza con calma, sin levantar ninguna sospecha.