Caña realmente no tenía paciencia para él y claramente no quería perder su tiempo. Necesitaban volver al palacio antes de que alguien se diera cuenta de que habían desaparecido.
—Habla —dijo Caña impaciente—. Sus ojos estaban tan fríos.
El hechicero gruñó, pero cuando estaba a punto de hablar, sus ojos vieron a Iris y se mostró muy sorprendido. —¿Qué es eso?! —señaló con su dedo hacia ella.
Leros y Clad habían soltado la cuerda que lo ataba a la silla y sin su magia, no era más que un simple anciano, uno de ellos era suficiente para mantenerlo bajo control.
Caña estaba alarmado al ver al lagarto en el hombro de Iris, ella lo notó tarde e intentó esconder al pequeño ser. Caña frunció el ceño, le había dicho que escondiera al lagarto, pero ¿realmente lo trajo con ella? Lamentablemente, él no lo había notado antes.