—La próxima vez, abstente de regañarlos por cosas triviales. —Caña no le gustó cuando Aria estaba a punto de regañar al pequeño por algo tan insignificante antes. Podía ver que solo se contenía porque él estaba allí.
—Lo siento por eso, solo pensé que el niño te molestó porque te veías tan preocupado y preocupado por el problema de la extraña enfermedad. —Aria bajó la cabeza, parecía arrepentida, pero Caña no prolongó el tema y guardó silencio.
Disfrutaba de la risa inocente de esos niños y cómo sus voces gorjeaban alegremente. Su mundo debe ser tan hermoso y puro si todavía podían reír así después de todo lo que habían pasado y cómo perdieron a sus familias.
Caña esperaba que algún día también encontrara esa paz.
—¿Conoces el nombre de ese niño pequeño?