Iris ya no necesitaba escabullirse si quería ir a algún lugar en esta casa de la manada. Los guardias ya no la trataban tan fríamente como antes. Asentían o la saludaban brevemente cada vez que la veían, lo cual le dejaba una buena sensación, porque ya no tenía que estar constantemente temerosa de que la lastimaran.
No mucho después, ella entró en la biblioteca y encendió las velas. Estaba muy oscuro y ella le tenía miedo a la oscuridad, pero al mismo tiempo, esta tranquila noche le daba una sensación de paz que le gustaba.
Iris no tardó mucho en encontrar el libro que estaba buscando. Ella sabía acerca de los elementos de las piedras mágicas, pero su división era mucho más complicada de lo que imaginaba.
Esta vez, Iris decidió no ir a la mesa y simplemente leer donde estaba. Colocó algunas velas en el suelo y se sentó junto a ellas, apoyando la espalda en las estanterías con tres libros apilados a su lado.