—Terminemos esto rápidamente, para que puedas descansar —Caña rodeó su cintura protectoramente mientras caminaban hacia el campo de entrenamiento en la manada de Luna de Cristal, donde Redmond los había estado esperando junto con los cinco mil guerreros de la Manada de la Luna Azul.
—Todavía no creo que esto sea buena idea —dijo Redmond con voz baja, mientras caminaba con Iris, mientras Caña los seguía detrás con Lou—. Pero… felicidades.
—Gracias, Redmond —Iris sonrió suavemente hacia él—. Iris tenía a su lagartija en brazos, mecía a la criatura que había crecido más, había sido muy instrumental ayudando a Caña a entregar sus mensajes secretos.
—Eres diferente ahora —Redmond echó un vistazo a Iris—. La manera en que te comportas es diferente ahora.
—Lo sé —Iris también podía sentir cómo había cambiado—. Muchas cosas me han cambiado.