"Haco, el hechicero que había metido el alma maldita en Caña, miraba fijamente la distancia. Había estado haciendo berrinches, exigiendo a Clad y Leros que dejaran saber a Caña que quería verlo, pero después de que su intento fracasó, se sentó en el suelo, desconectándose de su entorno, mientras murmuraba y sacudía la cabeza incrédulo con su situación actual.
—Estoy perdido. Estoy perdido. Maldije a una princesa. Me van a decapitar... van a matarme. Ya estoy muerto ahora. —Haco no tenía idea de a quién pertenecía el cabello que Caña le había enviado en la carta, solo mencionaba que quería que la persona sufriera, que suplicara por la muerte, mientras estuvieran vivos.
Por lo tanto, con una piedra de tierra, la magia negra más fuerte que podía realizar era esa maldición.