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Chapter 9 - Capítulo 7: Portales y compras

Mikradal y Mikridak entrenaban por la mañana ya con sus miras puestas en el cercano nivel cinco y desbloquear su segundo espacio de invocación. Por tanto Gedgar y Ginfar se acercaron a comprar dos monstruos para sus hijos y cumplir con la sorpresa anunciada. Para ello se dirigieron a uno de los portales que se encontraba en las afueras de la capital del reino, Gibmäv. 

Tenían claro qué monstruo le iban a comprar a Mikradal, ya que le comprarían un hada y él mismo había dicho que quería un monstruo atacante de tipo fuego, la elección no era rara, siendo las hadas un gran monstruo ofensivo y muy bien valorado. 

Sin embargo, en cuanto a Mikridak, no estaban muy seguros de qué elegir; al tener poco conocimiento de los monstruos aparte de su ciega creencia en las hadas, solo que preguntarían por un monstruo de tierra que destacara por su capacidad defensiva. Esto no era muy difícil de encontrar, ya que la mayoría de monstruos de este tipo eran muy resistentes, pero elegir cuál sería un dolor de cabeza para ambos. 

Mientras tenían estos pensamientos en mente, llegaron al mercado y se bajaron del carruaje. Se podían ver un montón de puestos regentados por gente con un aura aguda, todos ellos cazadores con muchas experiencias de vida o muerte en su haber. Si cruzabas todo el mercado, no muy lejos podías ver un gigantesco portal formado por enormes pilares de piedra y en su umbral se hallaba el acceso al otro mundo, Gapisa, el mundo del que provienen los monstruos.

Al verlo a lo lejos les entró un poco de nostalgia y empezaron a comentar.

―Cariño, no veníamos aquí desde que estuvimos aquí para comprarle a Gifug su segundo monstruo, ¿verdad? ―Recordó Ginfar.

―Efectivamente, no es raro ya que ninguno de los dos somos cazadores, yo soy general y tú eres maga, entonces ¿por qué vendríamos aquí?, no hay más que el portal y el mercado, cuyo uso es principalmente para los cazadores― Le respondió Gedgar.

―Pues tienes razón, no había pensado mucho en el por qué. Aunque, si no recuerdo mal, los portales eran inestables y se cerraban tras un determinado periodo de tiempo, por lo que ¿por qué sigue abierto el mismo que cuando estuvimos la otra vez? ―Se preguntó Ginfar.

Uno de los cazadores que se encontraba próximo a ellas escuchó las dudas de la dama y se rió por un instante antes de responderles:

―Señora, no está usted demasiado informada, porque desde hace mucho tiempo se consiguieron crear aparatos que permiten estabilizar los portales y evitar su cierre.

―Pero, ¿para qué se crearía dicho aparato, no hace que sea más peligrosa la zona?― preguntó Gedgar extrañado.

―No, porque el hecho de que no se cierre hace que muchas pequeñas asociaciones de cazadores se dirijan a este portal para cruzar, y sabrán que estará abierto cuando vuelvan. Este flujo de gente limpia el otro lado e impide que se generen estampidas de monstruos. Además, este flujo continuo de cazadores necesita provisiones si no las ha comprado antes de entrar, y al salir querrán venderlo que hayan conseguido en su viaje, lo que hace que este mercado sea próspero y, por ende, la capital. En total la capital tiene cuatro portales abiertos de manera indefinida, uno al norte, dos al este y otro al oeste, y todos ellos tienen un mercado que genera enormes cantidades de dinero haciendo fluir la economía.― Le hizo saber el cazador, que no dejaba de hablar.

―Creo que también nos preguntamos algo parecido la otra vez que vinimos, solo que no me acordaba, pero es cierto que suena razonable. Además, al estar fuera de las murallas, si ocurre un incidente, la capital puede tener tiempo de reacción. ―Dijo Ginfar.

―Es cierto cariño, muchas gracias por resolvernos las dudas señor ―Manifestó Gedgar.

―No ha sido nada, solo un poco de conocimiento general. Bueno, les dejo, que tengo que entrar con mis compañeros al portal en poco tiempo. ―Se despidió el cazador.

La pareja se despidió del amable elfo y entraron lentamente en el mercado. Antes de ponerse a elegir monstruos, decidieron darse una vuelta a lo largo y ancho del mercado donde podrían tener lo que buscaban, además de comparando precios para comprar en la tienda más rentable, ya que, aunque no pasaban por estrecheces económicas, tampoco es que nadaran en oro precisamente.

Al principio, en los puestos más cercanos a la ciudad, encontraron los precios más caros. En parte podría deberse a esa misma cercanía la falta de necesidad de caminar mucho para hacer las compras y volver a la ciudad. Según fueron adentrándose y acercándose al área central, podías encontrar una mayor variedad de especies, y a su vez algunas difíciles de encontrar o de ver en los territorios élficos. También podías encontrar algunos grupos de humanos y enanos en las cercanías, lo que explicaba esto último. Fueron contemplando tiendas y comparando mentalmente los precios que iban viendo durante el paseo que dieron, rodeados gran parte del tiempo por una gran multitud. 

Tras un rato de ver piedras de alma, armas, armaduras y materiales, posiblemente para pociones; estaban pasando al lado de uno de los puestos que les quedaban por mirar cuando escucharon:

―¡Oferta, oferta, por el módico precio de cuatrocientos vinares, pueden adquirir el huevo de una poderosa hada de fuego!. ¡Sí! ¡No es broma, señores!, ¡un hada de fuego por cuatrocientos vinares!, no creo que la encuentren nunca a un precio tan bueno. ¡El primero que llegue se lo queda!.

―¡Mira cariño, es el monstruo que buscamos, si nos damos prisa nos lo podemos llevar a muy buen precio!

―Vale, cojámoslo. Además, si lo piensas, puede ser más beneficioso de esta manera.

―¿A qué te refieres cariño?

―A que muchos de los monstruos tienen instintos parecidos a los animales que conocíamos de antes, y cuando un monstruo sale de un huevo al primer ser que ve lo considera su madre. Si se lo damos antes de que eclosione, le será mucho más leal que si se lo damos ya nacido.

―Tiene sentido lo que dices, ¡señor, nosotros nos lo llevamos!

―¡Gracias por su compra, bella dama!, y, ya que están aquí, ¿por qué no se llevan otro huevo, están todos a muy buen precio?

―Echaremos un vistazo, gracias. Mira cariño, ese huevo tan grande dice que es de atributo tierra. Por el tamaño del huevo yo diría que va a salir un monstruo bastante resistente, que es lo que buscamos, ¿no?

―Ciertamente, Ginfar. Disculpe, ¿por qué este huevo no dice la especie que nacerá?

―Perdone buen señor, eso se debe a que lo cogieron deprisa y corriendo de un nido de monstruos en una zona donde sólo habitaban atributos de tierra mientras huían de un gólem que los atacó de repente, pero no tuvieron tiempo para detenerse a mirar el nido y confirmar de qué monstruo se trataba. Por ello está a un precio reducido de doscientos vinares a pesar de que sabemos que saldrá un monstruo bastante poderoso.

―De acuerdo, nos lo llevamos. 

El hombre les acomodó ambos huevos en una cesta de esparto con tela y lana; entonces, Ginfar le quiso hacer una pregunta antes de darle los seiscientos vinares de oro, la moneda de los elfos.

―¿Por qué los huevos de monstruo cuestan casi igual que los monstruos en sí? ¿No deberían costar mucho menos? 

―Porque los monstruos son incapaces de reproducirse en nuestro mundo, deben hacerlo en su mundo. Y encontrar huevos no es fácil. ―El hombre habló con un tono como si ya hubiera respondido esa misma pregunta muchas veces. Ambos padres asintieron con sorpresa y sin pararse más a hablar volvieron al carruaje.

―¿Les damos los huevos hoy o esperamos a ver si se portan correctamente? ―Preguntó Ginfar subiendo a su asiento.

―Démoslos hoy, seguro que les hace mucha ilusión a los chicos. Además, no sabemos cuando van a eclosionar, así que mejor dárselos cuanto antes. ―Respondió Gedgar mientras negaba con la cabeza a un buhonero errante que intentaba insistentemente venderles algo. 

Antes de irse, no se les olvidó comprar el hada que habían prometido al sacerdote, aunque buscaron la más barata que encontraron y la compraron. Tras esto, volvieron rápidamente a su carruaje, que los esperaba en la zona exterior, en el mismo sitio que cuando llegaron, deseosos de volver a casa.

―Volvamos, cochero, ya hemos terminado las compras por hoy. 

El cochero acarició los caballos y les indicó que dieran media vuelta para volver a casa.

Cuando llegaron a casa el cochero dejó pastando a los caballos para que descansaran del viaje. La criada fue a abrir las puertas y a recibir a sus amos.

―¡Chicos, ya estamos aquí! ¡Tenemos una sorpresa para vosotros! ―Exclamó la madre. Instantáneamente, los hijos bajaron a toda velocidad a la entrada.

―¡¿Qué es?! ¡¿qué es?! ―Alborotaron los chicos al unísono. Su madre les mandó a calmarse un poco y le dio la cesta a su marido. 

―Este es para ti ―Ginfar cogió el huevo de color gris con puntos rojos parcialmente envuelto en tela y se lo entregó con cuidado a Mikridal ―Y este para ti. ―Y le dio otro a Mikridak, en este caso, era un huevo de color castaño con estrías grises.