Mikradal se despertó en la habitación de la mansión de su familia, edificada en las afueras de la capital del reino, con piedras talladas y estilizadas, las paredes estaban decoradas con relieves que representaban paisajes de bosques, praderas y montañas. El joven Mikradal se apresuró para vestirse adecuadamente y adaptarse a los horarios impuestos por sus padres como le exigían cada día, pero pudo detenerse a observar por su ventana unos momentos para disfrutar de un momento de paz, le reconfortó ver una mañana soleada y alegre.llamó a su criada para asearse y cambiarse de ropa. Mientras se vestía, sonreía ilusionado ya que ese día sería en el que él y su hermano tendrían su ceremonia del despertar. Esta ceremonia era un evento que se realizaba la semana que se encontraba en medio del año. En dicha semana los jóvenes que cumplían 15 años participaban en dicho rito para ver su afinidad para su trabajo en el futuro. Estas afinidades definirían el futuro laboral de dichos jóvenes.
Mientras estaba en el carruaje, se puso a pensar en las diferentes afinidades que podrían serle asignadas tras la ceremonia para así calmar sus nervios: las afinidades de combate y las afinidades oficiales. Las afinidades oficiales son las afinidades más comunes como granjero, investigador o herrero, mientras que las afinidades de combate las poseen un número más reducido de población y están más bien vistas en la sociedad. Hay seis tipos de afinidades de combate: guerrero, caballero, pícaro, sacerdote, mago y cazador. De todas ellas, la más ansiada generalmente era la profesión de cazador, ya que te permite tener una cierta capacidad de combate cuerpo a cuerpo similar a la de los guerreros o caballeros y usar un amplio abanico de magia, menor que el de los magos aunque con mayor potencial de capacidad mágica, pero sobre todo, porque adquieres la habilidad para domesticar bestias y utilizarlas en combate.
Esto último se destacaba debido al hecho que azota al mundo de la tríada desde hace algunos siglos, que es el conocido como Desastre de los Portales. Este hecho comenzó con la apertura de agujeros dimensionales que conectaban con otro mundo plagado de monstruos increíblemente poderosos.
Tras este evento, las tres razas dominantes del mundo: los humanos, los elfos y los enanos, tuvieron que cesar sus disputas entre sí para pelear contra esta nueva amenaza. Otro de los eventos que se desencadenó tras el Desastre fue la aparición repentina de la clase de cazador a las posibles afinidades de combate, impactando y repercutiendo enormemente en la guerra ya que el poder de dichos cazadores ayudó mucho a la recuperación de la tierra frente a los monstruos y su posterior empuje de vuelta a su mundo de origen.
Esto desencadenó el auge de dicho trabajo, y su importancia desde entonces.
Mikradal, bajó las escaleras con energía y fue rápido a desayunar, después de tener un abundante desayuno con su familia, se montó en el carruaje que lo llevaría de la mansión Gimbeq al templo donde realizaría la ceremonia de trabajo, acompañado por su hermano Mikridak. Para matar el tiempo ambos conversaron sobre cómo sería su vida tras obtener su trabajo y sus aspiraciones a largo plazo.
El lugar emanaba una presencia mágica y sobrecogedora que todos podían sentir pero era imposible de describir con palabras. Finalmente tras subir una colina llegaron al susodicho templo, pequeño, rodeado de jardines bien cuidados y construido con mármoles blancos, donde ya esperaban en su entrada una gran cantidad de niños de su edad, con la diferencia de que ellos no llevaban ropa tan lujosa debido a sus orígenes humildes. La multitud de jóvenes se calló tras ver su llegada con miedo a ofenderles con su presencia, pero ambos hermanos no les prestaron demasiada atención y se quedaron contemplando la puerta del templo a la espera de la apertura. Finalmente su madre les entregó sus piedras de alma con orgullo.
Justo al mediodía, como dictaba la tradición, salió del edificio un sacerdote en silencio que no aparentaba haber vivido una larga vida y les invitó a pasar solemnemente a lo que todos los jóvenes entraron en silencio por los nervios. Dentro del templo había imágenes de plantas y animales en armonía con un significado extremadamente religioso junto a la sagrada dinastía real con el rey que había fundado el templo por delante. Pero como ese día hacía buen tiempo, el sacerdote cogió un libro y abrió la segunda puerta del templo, entonces, todos pasaron al otro lado donde había a un bello jardín con un el último altar, este estaba compuesto por raíces vivas de varios árboles cercanos cuyas ramas daban una agradable sombra a varias filas de largos asientos de granito claro. Los presentes se sentaron mirando al sacerdote, que se había puesto tras el altar del mismo a pronunciar unas palabras en nombre de la Santísima Naturaleza y la Divina Dinastía legítima por El gran Árbol. Después, abrió el libro y empezó a leer los nombres de los jóvenes para llamarlos al, primero fue Mikridak y luego él, por ser nobles y más cercanos a la dinastía real y divina Su hermano se acercó al altar con sus piedras de alma agarrada con fuerza en sus manos, cuando le tuvo justo en frente el sacerdote extendió una mano desde detrás del altar y tocó primero su cabeza y luego sus manos, conectando con sus piedras.
—Darás tu vida en nombre de la Santísima Naturaleza y la Divina Dinastía.— Y con un gesto le indicó que se sentase en el suelo a un lado del altar y mirase a la profundidad del bosque en posición de meditación, propia de los elfos. De la misma forma le tocó a todos los demás hasta que todos los niños quedaron sentados, nerviosos y emocionados por el acto mientras sus padres observaban orgullosos desde los asientos.
—Respirad hondo, cerrad los ojos despacio y conectad con vuestro yo interior, no tengáis prisa. —Todos, con mejor o peor resultado, intentaron relajarse tal y como deberían haber practicado en sus casas y conectar con la magia concentrada del lugar, que empezó a subir a través del suelo y finalmente todos cayeron en un profundo sueño.
Mikradal despertó en una lugar que le resultó inmediatamente familiar, una mansión colosal llena de puertas, pasillos, escaleras y habitaciones donde había pasado los mejores momentos de su infancia, pero totalmente desordenados y deformados como en un bonito sueño; caminó lentamente hacia el salón donde solía pasar tiempo con sus difuntos abuelos, que eran sus familiares más cercanos, y se quedó contemplando con nostalgia todos sus muebles y cuadros mientras recordaba aquellos buenos tiempos.
Tras quedarse allí unos minutos ensimismado, se dirigió hacia la puerta de la mansión, donde se fue al jardín delantero y se tumbó. Allí se quedó pensando en su futuro, hasta que sintió un flujo de su maná en su interior y sonrió feliz, pero se sintió aún más contento cuando notó otra conciencia en su cabeza y vio como aparecía frente a él una luz que le hizo cerrar los ojos. Tras unos segundos, pudo volver a abrirlos y observó con una intensa alegría a un pequeño elemental de aire que estaba dormido frente a él. Entonces la piedra del alma que llegaba en su colgante empezó a brillar y, al mismo tiempo, en su casa, sus otras nueve piedras empezaron a emitir un resplandor segundos antes de que se grabara el sello del cazador al mismo tiempo en todas ellas, que consistía en su caso en un símbolo de un bebé elemental. Al verlo lo cogió entre sus brazos y lo miró detenidamente al mismo tiempo que el elemental se despertaba y le devolvía la mirada.
Así se quedaron durante un minuto hasta que el elemental pareció asentir conforme y se acercó y frotó su cabeza contra su pecho pidiendo caricias. Mikradal se sorprendió y lo acarició como un acto reflejo, tras lo que el elemental se elevó en el aire con alegría. Tras esto Mikradal notó como su conciencia volvía a su cuerpo y se encontró en la misma postura en la que se encontraba antes, con la excepción del brillo de su colgante y de las miradas envidiosas de otros jóvenes. Casi al instante, notó como Mikridak se empezaba a mover. Al momento, cada uno miró el colgante del otro y ambos tuvieron una reacción distinta al ver un símbolo de monstruo en el colgante del otro, simbolizando el hecho de que ambos iban a ser cazadores. Mientras Mikradal se llenó de alegría al ver el símbolo de un espíritu en el colgante de su hermano, Mikridak se sorprendió y le echó una mirada llena de competitividad, pero sin rastro de resentimiento. Al mismo tiempo ambos se llevaron la mano al colgante y aparecieron una pequeña hada y un bebé elemental, a lo que Mikradal se llevó un sinnúmero de miradas de sorpresa debido a que era tradición que todos los cazadores étnicos tuvieran un hada como primer monstruo, este era un caso extremadamente raro. Además, parte de sus miradas contenía lástima porque en general muy poca gente tenía aprecio a los elementales debido a su necesidad de otros seres para mostrar todo su potencial, siendo el caso más remarcado por los de viento por su nula capacidad de ataque directo. Por ello, ante las miradas de extraños y la expresión de desaprobación de su hermano, Mikradal, sintiendo que se había formado un ambiente extraño, decidió salir del templo con su elemental sentado en su hombro, sin preocuparse por lo que ocurriría en el futuro.