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Chapter 2 - Un castigo ejemplar

Sentados todos sobre una bella alfombra, todos los niños de Mara, sentados esperando la hora de un cuento antes de dormir. Con grandes ojos espectantes mirando fijamente la puerta de aquella destartalada habitación, hasta que finalmente se abrió. De largas y bellas uñas, de finos y negros cabellos, con un largo vestido de color rojo carmesí, sombrero de punta negro y un olor peculiar a canela. Miró con recelo con sus profundos y negros ojos a los niños. Con un gesto indicó a uno de los pequeños que apagara la luz de las velas y que dejara solo una encendida, a lo que el niño obedeció rápidamente. Mara es una muy bella bruja de gustos muy particulares, canta y baila a la luz de la luna, pero sobretodo cuenta historias sorprendentes a sus hijos. Todos los niños que han llegado a su puerta en algún momento por cualquier circunstancia se convirtieron en sus protegidos. De la pequeña biblioteca saca un polvoriento libro recubierto con fino cuero y se dispone a sentarse para dar comienzo a la lectura:

Soana se llama la princesa de blanca piel llena de pecas y rojos cabellos que un día fue secuestrada por Baruna el demonio. Ella decidió entregarse al amor de su vida "Luana" para así vivir eternamente feliz. El día del secuestro, Soana subió a la torre más alta del castillo en el que siempre ha vivido llena de comodidades. Se dirigía hacia una habitación la cual servía como refugio para el amor, se detuvo al ver que la puerta se encontraba abierta. -¿Hay alguien aquí? - Preguntó con voz quebrada, pero nadie respondió, la habitación se encontraba completamente oscura, solo se veía la lluvia caer através de un vertana. De repente un rayo golpea con violencia la torre dejando ver un cuerpo con las entrañas afuera y el gran Baruna sentado sobre el pecho de la víctima del terrible acto. Soana gritó fuertemente y varios guardias del castillo acudieron al rescate de la princesa, pero cuando habían llegado solo pudieron encontrar su vestido que había sido arrojado sobre el cadáver de quien resultó ser Luana.

Voló a gran altura llevando a la princesa entre sus fornidos brazos hasta llegar a un valle que se encontraba en medio de dos montañas al norte del castillo. Con su gran fuerza arrojó a la princesa al suelo para encadenarla a unas estacas que habían sido clavadas al suelo hacía mucho tiempo y que aún poseían rastros de sangre de sus víctimas anteriores. Soana yacía inmóvil, miraba a Baruna con odio pero a la vez con mucho miedo, no comprendía cómo podía existir tal cosa. Mientras Baruna afilaba un viejo y oxidado cuchillo contra una piedra una pequeña hormiga subía a un árbol que se encontraba a pocos metros de Soana. La pequeña hormiga buscaba refugio de la lluvia, se detuvo una vez encontró un orificio para entrar al árbol, pero no se contuvo y decidió seguir subiendo pues la soledad invadía su ser y solo tenía una oportunidad de luchar y de vivir libremente así que se enfrentó a la tormenta, a las enormes gotas que se arrojaban sobre su diminuto cuerpo. Nada podía detener a la hormiga, hasta que llegó al final del camino. Se encontraba en la parte más alta en la que jamás se había encontrado. Un sentimiento de soledad la invadió, y pensó "lo he conseguido" entonces se arrojó al vacío. Descendió varios metros a gran velocidad hasta que cayó justo e inesperadamente dentro del hombligo de Soana.

El terrible demodio había terminado de afilar el cuchillo y se disponía a cortar. Lujuriosamente pasó su lengua sobre el cuerpo de la bella princesa hasta que se detuvo en el hombligo, la hormiga al sentir la lengua de Baruna decidió morder fuertemente, el engendro gritó y dió vuelcos, voló y se golpeó contra las rocas. Poco a poco comenzó a hincharse hasta que su garganta no dejó pasar el aire, entonces murió. Su maldad fue castigada por un ser insignificante y con pocas ganas de vivir.

No se sabe qué pasó con Soana, algunos creen que se liberó de las cadenas y otros que murió lentamente de hambre. Muchos relatos aseguran que vivió para reinar con justicia y que al fallecer su piel "al ser tan bella" fue preservada como un recuerdo de la gran gobernante. Este último grupo de personas también asegura que su piel fue robada para ser utilizada como cubierta de un libro. En cuanto a la hormiga, esta decidió continuar con su vida para así poder vivir nuevas aventuras y retar al destino que no será obstáculo para ella.

Habiendo entonces terminado de leer el cuento, Mara cierra el libro con fuerza causando que todos los niños se asustaran. -Hasta mañana mis niños, solo me queda recordarles que está prohibido entrar a este estudio en mi ausencia, así que diríjanse a las habitaciones- todos los hijos de Mara corrieron despavoridos desocupando la habitación en cuestión de segundos.

Julio y Tulio, dos niños no convencidos de las advertencias de Mara decidieron regresar al estudio para tomar el libro y llevarlo hacia las habitaciones. Prendieron una vela y comenzaron a escudriñar el libro, se detuvieron al final del cuento que recién les había relatado su madre y para sorpresa de los dos el libro continuaba el relato de Soana. Contaba como esta se convirtió en la más grande de todas las reinas y que la envidia que causó en las brujas del reino hizo que estás decidieran terminar con su vida. Ella fue envenenada y su piel tomada con delicadeza para así terminar siendo la cubierta de este libro.

Al leer estas líneas Julio y Tulio cerraron el libro para corroborar el relato. Y así fue que descubrieron la bella piel blanca cubierta de pecas que parecía aún viva, sirviendo para proteger las páginas del grotesco libro. Sus ojos no podían creerlo, miraron la portada de arriba a abajo hasta detallar el centro que parecía un hombligo, lo miraron fijamente hasta que notaron una pequeña hormiga en el centro. Se acercaron entonces para detallarla, se acercaron aún más y entonces la hormiga, se movió. Hambos niños saltaron del susto y al devolver la mirada hacia atrás notaron que Mara se encontraba ahí.

Mara comenzó a llamar a todos los niños -¡despierten engendros!- y todos se levantaron e hicieron una fila. Ordenó entonces a Julio y a Tulio que se arrodillaran. Entonces dijo -cuando yo doy una orden, lo hago con mucha claridad y no espero otra cosa que obediencia. Este par de mocosos decidieron hacer caso omiso a mis advertencias por eso, sufrirán- llamó a su más fiel súbdita, hija y aprendiz -trae mi látigo- le ordenó. A los pocos segundos la niña regresó con el artefacto que Mara utilizaba para producir dolor.

Con los dos desobedientes niños arrodillados de espaldas hacia ella y con los demás observando decidió arremeter con violencia sobre las pequeñas espaldas hasta no dejar piel sobre sus carnes. -Recojan a los bastardos y llevenlos a la enfermería- ordenó Mara. Entonces su aprendiz se acercó y le dijo al oído -¿Mara no cree que fue algo terrible lo que le hizo a Julio y Tulio, no cree que esto causará que los niños la dejen de amar?- a lo que ella responde -¿pero qué dices? Este solo fue un castigo ejemplar, un recuerdo que se quedará para siempre en sus pequeñas mentes y que los perseguirá cuando piensen en desobedecerme.