Un solo lugar, el centro donde estoy ahora, la muchedumbre lo opaca, y foman una cola exesiva.
Tantos olores, y uno da en mi la saciedad que busco.
La carta..., las descripciónes en ella.., es...
Ojos ambares, y las extrañas iris movedizas, parecen muy enfermizas.
¡No!, la posibilidad ni siquiera existía, no habría ni un tal vez, las personas no pueden vivir quinientos años...
Ella murmura a un señor, su sonrisa se plasma, y los dientes desnudos..., muy, lechosos. Sus cachetes redondos, produce en el entorno un aire inocente.
Escabullo, me muevo a una casa destruida donde solo queda el marco de la inexistente ventana.
Y lo que oigo..., siquiera es...
—Cuando dejara de espiarnos.
Escondo mi cabeza, los pasos suenan lentamente y el pisar de los zapatos contra el césped se escucha como mi sentencia muerte.