Chereads / Candado (La boina azul) [Spanish] / Chapter 13 - EL REGRESO DEL VAMPIRO

Chapter 13 - EL REGRESO DEL VAMPIRO

A la mañana siguiente, Clementina se despertó en el sofá del living. Como estaba apagada, no gastó energía alguna. Se levantó y miró el reloj de su celular, que marcaba 5:50 de la mañana y faltaban treinta minutos para irse a la escuela. Así que se dirigió hacia la cocina para preparar la merienda, pero para su sorpresa, estaba Hipólito preparando la leche. Esto, por alguna razón, molestó a Clementina a tal punto que le dijo:

—¿Qué diablos estás haciendo? Se supone que ese es mi trabajo.

—Oh, Clementina, buenos días. Como vos estuviste durmiendo, decidí preparar el desayuno para Candado, Hammya y a ti.

—Es que yo hago eso y lo he hecho por casi seis años.

—Bueno, no te alteres, solo será por esta vez. Mañana podrás hacerlo tú. Ahora ve a despertar a Candado y a la señorita Hammya.

Sin más que decir, Clementina se fue a despertar a esos dos, así que se alejó de la cocina para que Hipólito pudiera cocinar en paz. Fue al segundo piso para despertar a Hammya y a Candado. Subió con cuidado las escaleras y primero fue a la habitación de Hammya. Abrió con cuidado, se acercó a Hammya y con delicadeza puso su mano en su hombro aplicando algo de presión para que ella se despertara.

—Es hora de ir a la escuela, Hammya. Así que buenos días.

—Buenos días, Clemen... enseguida bajo.

Habiendo tenido éxito, Clementina salió de la habitación de Hammya y entró a la de Candado.

Cuando entró en la habitación de él, le llamó la atención la forma en que dormía. Esta vez parecía una tortuga; estaba envuelto con varias frazadas que formaban un caparazón de tortuga, pero de las Galápagos. Tenía un pequeño orificio por donde respiraba, así que a Clementina le fue fácil hablar con él. Pero ni bien comenzó a tocarle el cabello para que se despertara, Candado empujó su mano hacia fuera y cerró el orificio.

—Las visitas se acabaron —dijo Candado.

Así que Clementina, sin tener otra opción, transformó su mano derecha en una picana eléctrica, la introdujo dentro del caparazón de frazadas y... bueno, la respuesta fue más que obvia en cualquier sentido. Candado dio un grito y se cayó de la cama con todas sus frazadas encima de él, mientras que Clementina dejaba escapar una que otra risa burlona. Las frazadas y colchas que tenía encima suyo le hacían prácticamente imposible salir de ellas, así que decidió emplear más fuerza para liberarse de esa montaña de frazadas. Cuando Candado logró salir, estaba totalmente enfadado, con los pelos de punta (producto de la picana) y con los ojos en llamas, literalmente.

—¿¡COMO SE TE OCURRE DESPERTARME DE LA MANERA MÁS INHUMANA POSIBLE!? —gritó Candado.

—Ah, yo lo llamo venganza con salsa, como compensación por lo que me hiciste anoche.

Candado se puso de pie y dijo:

—Esto no va a quedar así, baratija. Voy a aplicarte un castigo después —decía Candado mientras entraba al baño.

—Ups, lo siento —susurró Clementina, imitando la expresión fría de Candado.

Luego, se fue de la habitación de forma natural, sin siquiera sentir remordimiento por lo que le había hecho a Candado. Así que una vez que cumplió con su deber de despertar a los demás, se dirigió a la cocina para tomar su leche.

Justo en ese momento, Hipólito estaba sirviendo la leche en dos vasos. Clementina se sentó en la punta de la mesa, y Hammya se sentó al lado de ella. En ese instante, llegó Candado acomodándose la corbata, con todo el cabello alborotado y de punta debido al toque eléctrico que le había dado Clementina.

—¿Qué le ocurrió a tu cabeza? —preguntó Hammya.

—Me cayó un satélite mientras dormía.

—¿Quieres leche? —preguntó Hipólito.

—No, gracias. Voy a tomar un mate, me duele mucho la cabeza.

Cuando dijo eso, se sentó en la parte sur de la mesa solo, ya que no quería saber más nada de Clementina. Chasqueó los dedos, y el termo y el mate volaron hacia su mano. Candado cargó su mate y le dio un sorbo.

—Está frío —miró a Clementina y extendió su mano con la cual sostenía el termo—calienta esto.

—¿Tengo cara de una cocina o microondas?

—Me lo calientas o te formateo.

—No te atreverías, me necesitas mucho.

—¿Quieres probarme acaso, hojalata?

Clementina no dijo nada más porque se había asustado, ya que esos ojos de asesino psicótico marcaban que su paciencia se estaba agotando, así que tomó el termo y en el acto comenzó a sobrecalentar el agua, y de manera instantánea, el agua se calentó.

—Gracias, chatarra.

—De nada, licebmi nevoj nótrap.

—Voy a sacarte las cuerdas vocales si vuelves a insultarme así.

Clementina no dijo nada más, se quedó callada y siguió tomando su leche, al igual que Hammya, quien ya había terminado antes que todos y decidió comer algunos bizcochitos que estaban en la mesa. Mientras tanto, Clementina comenzó a procesar datos para verificar cómo estaría el clima, la temperatura y la estación. Candado le había instalado esos datos para que él pudiera prevenir cambios climáticos inesperados, ya que en el Chaco uno nunca está seguro si va a hacer sol, llover, calor o frío. Por esas razones, tenía esa información. En cuanto a la estación, Candado pensó que si el clima del Chaco era bastante extraño, también podría ser la estación. No vaya a ser que estén en otoño y, por alguna razón misteriosa, caiga invierno. Mientras Clementina terminaba de analizar el estado del día, miró a Candado y dijo:

—Mi pronóstico dice que tendremos 24 grados centígrados con una mínima de 19 para las 12:00 del mediodía, cielos despejados de nubes, humedad al 9%, y la tasa de interés va a estar muy alta la próxima semana.

—Ese último era totalmente innecesario, aunque la verdad, ¿Dónde rayos se ha visto que haga calor por la mañana y que haga frío al mediodía? Un poco más y vamos a estar patas arriba.

—Vaya, parece que esta provincia tiene sus altos y bajos, Candado —comentó Hammya.

—Joven… digo, señor, creo que ya sería prudente irnos al colegio.

—¿Por qué? Todavía son las 6:23, falta mucho para las 7:30.

—Estoy recibiendo cierta información en mi radar, Lucas viene a una velocidad increíble.

Cuando Candado escuchó eso, se puso de pie rápidamente, agarró su boina y corrió hacia el segundo piso.

—¿Qué le ocurre? —preguntó Hammya.

—Candado y Lucas siempre hacen carreras para saber quién es el más rápido y astuto. Hasta ahora, Candado no ha perdido ninguna sola vez.

—¿Carreras? ¿Cómo supiste que Lucas venía hacia aquí?

—Es sencillo, en mi cerebro tengo un radar que detecta movimiento a cien kilómetros de distancia. Cuando alguien o algo usa su poder o magia, mi radar informa del individuo, y eso me ayuda a prevenir enemigos de mi joven patrón.

Cuando Clementina estaba contándole sobre el tema, Candado abrió la puerta y dijo:

—Bien, Uzoori está ya abajo, es hora de irnos.

Clementina miró a Hammya y le dijo:

—Vaya usted, señorita Hammya, yo no he terminado de desayunar.

—¿Voy a montar a Uzoori?

—En cierto sentido sí, pero date prisa, que si no voy a perder la carrera.

Hammya se puso de pie y corrió con Candado hacia afuera, donde estaba esperándolos el corcel blanco de Candado. Candado saltó y se sentó en la silla de montar, luego se acercó a Hammya, tomó su brazo y de un tirón la sentó en el caballo.

—Querrás agarrarte de algo, porque iremos muy rápido. ¡VAMOS!

Con aquel grito, Uzoori comenzó a correr a todo galope, recorriendo las calles desiertas del pueblo. Candado pasó por algunas casas de sus amigos, saludando a Héctor, Anzor, las mellizas Lucía y Erika acompañadas por Declan, Ana María y Germán mientras corría. A medida que avanzaban, se encontraron con autos estacionados en el camino. Hammya, quien estaba agarrada de los hombros de Candado, no dejó de gritar de pánico desde que salieron de la casa. Candado no se detuvo y sacó un silbato de una de las mochilas que tenía el caballo, comenzando a silbar una y otra vez. Uno de los dueños de los autos asomó la cabeza por la ventana y gritó:

—¡AHÍ VIENE EL GAUCHO, SEÑORES! ¡AHÍ VIENE EL GAUCHO, SAQUEN LAS CHAPAS Y PÓNGANLAS SOBRE SUS TECHOS!

Rápidamente, todos sacaron unas chapas duras y las pusieron sobre los techos de los autos. Candado saltó sobre los techos de los coches, corriendo uno por uno hasta llegar al asfalto.

—Eso fue enfermizo, Candado.

—¿Estás viva, no es así?

—Sí, pero ¿qué tiene que ver?

—No te calenté entonces.

Candado siguió corriendo por el asfalto, esquivando motos, autos y personas. Todas estas hazañas alargaban su camino. En un momento, Candado sintió el aura de Lucas y giró la cabeza a la izquierda, viendo a Lucas corriendo por los techos, teletransportándose de un lugar a otro mientras sonreía. Candado no estaba dispuesto a perder, pero con las personas y objetos en su camino, decidió tomar un atajo a través del bosque. Lo curioso es que mientras avanzaba, las ramas, pinchos, cardos y hojas se apartaban misteriosamente, como si el bosque mismo le abriera paso. Hammya notó esto mientras lo seguía.

Cuando salieron del bosque, Candado pudo ver la escuela muy cerca, pero también Lucas estaba cerca de alcanzarlo. Candado susurró algo al oído de Uzoori y comenzaron a ir más rápido. Lucas, agotado, ya no podía usar la teletransportación, pero aún era rápido. Ambos estaban cabeza a cabeza, acercándose rápidamente a la meta, que era el portón de la escuela. El portero recién estaba abriendo el portón, sin notar que los dos corredores se acercaban peligrosamente hacia él. Cuando finalmente lo notó, ya los tenía en frente. Candado saltó sobre el portero, mientras que Lucas pasó entre sus piernas, causando que el portero se desmayara del susto.

El resultado de la carrera fue claro, Candado ganó "por una cabeza", mientras que Lucas no pudo alcanzarlo ni estirando los brazos. Justo en ese instante, había terminado la música "Desesperados" de Kapanga. Cuando la carrera terminó, Hammya se bajó del caballo, abrazando el suelo del miedo, mientras que Candado bajó del caballo para acercarse a Lucas, quien estaba jadeando inclinado por el cansancio.

—Dios, perdí por séptima vez, te aseguro que mañana voy a ganar.

—No lo dudo —dijo Candado mientras le daba una botella de gaseosa.

—Gracias, ídolo.

En ese momento apareció el vice director, un hombre gordo, pelón y de muy mal genio. Era uno de esos maestros que no querrías que te enseñara, pero como Candado es como es, no le importa en absoluto.

—¿Cuántas veces te he dicho que no entres a la escuela con esta bestia?

—Señor Luke, le recomiendo que no hable así sobre Uzoori mientras yo esté presente.

—No me interesa, aquí hay reglas y hay que respetarlas, Candado. Eso es algo que nos diferencia de los animales.

—Es una lástima que usted esté en las ramas de la educación, al decirme algo tan estúpido.

—¿Qué me dijiste? ¿Acaso tus padres no te enseñaron a respetar a tus mayores?

—¿Y a usted no le enseñaron a enseñar cómo la gente? En vez de decirme algo tan estúpido como eso.

—Si yo estuviera a cargo, te hubiera expulsado hace mucho tiempo.

—Pero no lo está. Francamente, me alegra que Rodolfo sea nuestro director, a pesar de que tengamos nuestras diferencias. El tipo es bueno en su trabajo, cosa que nunca vi en ningún caso de alguien que ejerza en la educación, ni siquiera en usted.

—Yo soy el mejor...

—Alguien como usted nunca va a ser mejor en la educación.

Con esas palabras, Luke se fue indignado del lugar, molesto de que un niño como Candado lo tratara de esa forma, algo que no podía tolerar. Así que se encerró en la dirección.

En ese momento, los otros amigos de Candado llegaron, entrando por el portón. Anzor fue el primero en acercarse a Candado y le puso una mano en el hombro.

—¿Cómo te va, Candado?

—A mí bien, gracias.

—Por favor, ¿me podrías decir la hora, jefe? —preguntó Ana María.

Candado sacó su reloj del bolsillo de su chaleco y dijo:

—Son las 6:34. Todavía falta para que abran la escuela.

—Entonces, ¿por qué estás aquí tan temprano? —preguntó Declan.

—Porque Lucas empezó una carrera en la que no podía negarme.

—Bueno, ¿por qué no vamos adentro? —sugirió Germán.

—Tienes razón. Ustedes entren, yo voy a llevar a mi caballo atrás de la escuela para que pueda pastar.

—Lo que usted diga —dijo Héctor.

Dicho eso, Candado llevó a su caballo a donde había dicho, pero en lugar de atarlo a una rama de un árbol, lo dejó libre, ya que tenía confianza en Uzoori. Si le decía que se quedara, se quedaba sin moverse. Cuando terminó de hacerlo, hizo una señal a Uzoori para que no se fuera del lugar, y el caballo respondió recostándose en el suelo. Luego, Candado se fue del lugar y entró a su aula, donde sus compañeros estaban sentados en el fondo del salón, hablando entre ellos. Cuando Candado se acercó, decidieron invitarlo a la conversación, pero en lugar de hablar del tema anterior, comenzaron a discutir algo más importante.

—Candado, ayer por la tarde estuve en Resistencia y pasé por donde ocurrió la masacre del gremio Cascabel.

—¿Y?

—Y encontré esto —dijo Lucas mientras mostraba una insignia de un Halcón plateado.

Candado tomó la insignia y recordó lo que Nelson le había dicho en aquel restaurante.

—Quienquiera que sea, parece que busca provocar a la O.M.G.A.B —dijo Lucas.

—¿Has averiguado algo más? —preguntó Candado.

—Sí, también descubrí que el Circuito 42 fue destruido, pero no hubo heridos ni muertos.

Con esas palabras, Candado recordó también lo que le había dicho ese sujeto extraño en el bosque: "Alguien quiere comenzar un conflicto entre la O.M.G.A.B. y el F.U.C.O.T." Era algo completamente extraño que la insignia del Halcón plateado apareciera en la escena del crimen, especialmente considerando que esa misma persona había causado la muerte de su abuelo. ¿Estaba involucrado en este asunto o quería dar a entender eso? Mientras consideraba las numerosas posibilidades, miró a sus compañeros y dijo:

—Algo está mal. Creo que esto es una provocación.

—Sí, pero ¿de quién? —preguntó Lucía.

—Eso me gustaría saber.

—Estoy seguro de que esto lo hizo el Circuito —afirmó Matlotsky.

—No, no fueron ellos —respondió Candado.

—Candado tiene razón. Alguien en las sombras quiere iniciar una guerra —agregó Héctor.

—¿En qué se basan ustedes para hacer esas conjeturas? —preguntó Lucas.

—Es sencillo... ah, bueno, puede ser que... a ver.

—No lo recuerdas, ¿verdad, Héctor? —dijo Candado.

—Lo siento, fue tan detallado que se me olvidó.

—Yo sostengo mi idea porque si realmente fueran el Circuito, nos habrían atacado a nosotros primero en lugar de a los demás. No tiene sentido alguno que destruyan un gremio pequeño. Además, como le dije a Héctor, si realmente buscaran una guerra, habrían atacado los asentamientos más importantes de la Organización Bernstein.

—Vamos, Candado, ¿de verdad crees que esas personas son tan inteligentes como tú? No, son estúpidos, indeseables y desalmados —opinó Declan.

Estas palabras llegaron a la mente de Candado, quien se dio cuenta de que su plan de evitar un conflicto entre los gremialistas y los circuistas podría estar en peligro. Había notado que, al igual que Declan, muchas personas podían dejarse llevar por el odio y las emociones, y podrían estar presionando a la O.M.G.A.B. para iniciar una guerra en respuesta a este incidente. Se dio cuenta de que el ataque a un gremio pequeño tenía como objetivo causar odio entre las dos grandes organizaciones.

—Espera, Declan, ¿crees de verdad que ellos comenzaron esto? —preguntó Candado.

—Sí, nos odian. Durante años han intentado una y otra vez sacarnos del camino en su búsqueda de dominar el mundo. Seamos objetivos, Candado. No hay tal maldad como la del Circuito. Si ellos quieren eliminarnos, no veo por qué no deberíamos hacer lo mismo.

—Eso no es ser objetivo, es prejuicioso. Estás diciendo que todos ellos quieren acabar con nosotros. Piensa un poco, no te dejes llevar por la ira. Recuerda que tienes intuición para estos asuntos. No te apresures en sacar conclusiones tan rápido. Es cierto que alguna vez fueron demasiado lejos, pero ahora son tiempos diferentes. Esteban los lidera, alguien que tiene una novia gremial.

—Mis disculpas, Candado. Intentaré hacerlo mejor la próxima vez.

—Siguiendo con el tema, ¿cómo llegaste a la conclusión de que alguien quiere provocar una guerra? —preguntó Germán.

—Yo pensaba que eso estaba sucediendo, pero ayer lo confirmé.

—¿Por quién? —preguntó Erika.

—No tengo idea, no me dijo su nombre, pero sé que fue enviado por Esteban para tratar de descubrir quién está detrás de todo esto.

—Bueno, ¿cómo era la persona que te lo dijo? —preguntó Lucas.

—Su forma de vestir era muy formal, pero no tenía cara.

—Muy bien... eso es realmente extraño —comentó Matlotsky.

—Pero su rostro emitía un humo blanco y...

—¡CARBORAPOR! ¡ES CARBORAPOR! —gritó Héctor.

—¿Qué es eso? —preguntó Candado.

—Son aquellos que manejan el carbón y el vapor, solo los maestros en ese arte pueden ocultar su rostro con ese vapor mezclado con el carbón. Pero es extraño, normalmente solo los adultos pueden hacerlo, ya que es costoso, pero si este individuo lo logró, entonces debe ser muy poderoso.

—Ah, no lo sabía —dijo Candado.

—La verdad es que son muy pocos los casos en los que una persona de esas puede emitir humo blanco desde su cabeza, ya que para lograrlo, deben usar sus poderes para protección y no para fines egoístas.

—Genial, pero, ¿quién podría estar manejando la situación desde las sombras? —preguntó Ana María.

En ese momento, a Candado le vino a la cabeza lo que Rucciménkagri le había dicho sobre el asunto: los Testigos. Sin embargo, tenía que encontrar una forma de mencionarlo sin comprometer a su amiga. Después de unos minutos fingiendo que estaba pensando en el asunto, Candado dijo:

—Lo escuché de una de las personas con las que tuve un encuentro poco deseado. Mencionó algo sobre los "Testigos". Tal vez ellos sean quienes están detrás de todo esto.

—¿Testigos? Eso es imposible, se han extinguido hace mucho tiempo —dijo Lucas.

—Espera, ¿acaso tú conoces a los Testigos, Héctor? —preguntó Candado.

—Naturalmente, mi madre peleó contra ellos cuando yo tenía tu edad. Eso fue un mes antes de que se hiciera amiga de tu madre.

—¿Qué sabes al respecto? —preguntaron Clementina y Candado al mismo tiempo.

—Bueno, según los escritos y la información que mi madre me proporcionó, los Testigos fueron seguidores de Tanatos. Algunos dicen que eran sus hermanos, otros creen que eran niños que abandonaron su humanidad para aprender conjuros. Pero, en mi opinión, no encajan en ninguna de esas categorías.

—Bueno, eso ya lo sabíamos, pero, ¿por qué dices que se han extinguido? —preguntó Candado.

—La razón por la que se extinguieron es porque hace tiempo su líder intentó traer de vuelta a Tanatos con un conjuro muy peligroso llamado "El Agujero Negro". Este conjuro tenía el poder de anular o destruir cualquier tipo de poder en el mundo, y se conseguía a través de la sangre de los Bailak. Los Testigos intentaron resucitar a Tanatos, pero ese conjuro era extremadamente poderoso y los absorbió, llevándolos a su propia destrucción. Causó una explosión que abarcó treinta y cinco kilómetros a la redonda, matando a todos los presentes y destruyendo todo a su paso. Los pocos que sobrevivieron fueron cazados uno por uno, tanto por los gremialistas como por los circuistas.

—Vaya, parece que a pesar de que los cazaron, creo que muy pocos sobrevivieron y están empezando a reclutar a nuevas personas.

—¿Qué te lleva a pensar eso? —preguntó Anzor.

—Candado se refiere a las personas con las que él y yo peleamos el día de ayer —dijo Clementina.

—Lo que ella dijo, tuvimos algunos problemas en el bosque ayer por la tarde.

—Vaya, no lo sabíamos, ¿tuviste algún problema? —preguntó Héctor.

—No, nada que no pueda solucionar.

—Humilde como siempre, ¿eh?

—Matlotsky, por favor, volvé a decir otra estupidez y te duermo de un puñetazo.

—Bueno, no era para tanto.

—Bueno, ¿en qué estaba? Ah, sí, la lucha. Bien, decía que tuve problemas con estas personas, y si bien lo recuerdo, les arrebaté esto —Candado mostró la insignia que le había mostrado a Rucciménkagri y continuó—, estoy seguro de que tú conoces esto.

Héctor se puso de pie y tomó la insignia de manera sorprendida, como si hubiera visto un fantasma.

—Esto es imposible, se suponía que ya no existían.

—Parece que te has equivocado, Héctor, porque esto vale más que mil palabras —dijo Candado, señalando la insignia.

—Si esto se lo sacaste a uno de ellos, eso significa que hay más.

—Eso también lo pensé, tal vez se estén preparando para empezar una guerra.

—No estás tan equivocado, Candado.

—¿A qué te refieres, Lucas? —preguntó Candado.

—No te olvides de lo que Héctor dijo, ellos buscaban traer de vuelta a Tanatos. Si ellos existen, eso significa que todavía están tratando de lograrlo.

—Eso sería un problema, imagínense que el tipo que sometió al mundo durante tres años enteros... libre. Eso sería un caos terrible.

—¿Dónde viste un caos que sea tierno? —preguntó Candado.

—En serio, debes dejar de ser tan lógico —dijeron Clementina y Hammya.

—No debe ser tan terrible, lo intentaron una vez y fracasaron, no puede haber mucha diferencia —dijo Anzor.

—Tal vez tengas razón, si no pudieron traerlo de vuelta en ese entonces, es poco probable que lo logren ahora —comentó Declan.

—En otras palabras, no habrá nada de qué preocuparse —añadió Ana María.

En ese momento apareció Esteban, con las manos en los bolsillos, entró al salón y lo primero que hizo fue mirar fijamente a Candado, y este le devolvió la mirada. Se podía sentir que en cualquier momento iba a comenzar una pelea bastante grande, pero Esteban desvió la mirada y se sentó en su banco. Al parecer, ese día no tenía la intención de pelear.

—¿Estará enfermo? —preguntó Germán.

—No, creo que quiere desafiarme después de clase —contestó Candado.

Tal como había dicho, Esteban se puso de pie y se dirigió hacia Candado. Los pasos de Esteban ponían en alerta máxima a los amigos de Candado, pero ponerse en guardia no ayudaba en nada a él. A medida que Esteban se acercaba, ellos daban un paso atrás, excepto Hammya. Cuando Esteban se detuvo, miró a Candado y este lo miró a él. Ambos estaban a punto de liberar todo el odio que habían guardado entre ellos.

—Dime, ¿de dónde sacás a estos defectuosos? —preguntó Esteban.

—De donde yo los saqué, es problema mío y de nadie más.

—Así que estás... entumido por todo este asunto, me alegra saber que eres muy cobarde para ciertas cosas.

—¿Crees que me importan los discursos que salen de ese agujero al que tú llamas boca? Después de todo, solo sale mierda y basura de ahí.

Esteban levantó la mano a la altura de sus costillas y comenzó a soltar una esfera eléctrica, continuamente arrojando una especie de hilos de aquella esfera de energía, mientras Candado encendía su mano con la misma llama violeta.

—¿Sabes? Mi mayor sueño es poder vencerte y demostrar que yo soy mucho mejor que tú.

—¿Tú vencerme a mí? Eso es un sueño totalmente imposible —dijo Candado mientras estaba de pie y pegaba su frente a la de Esteban.

La situación se volvió brevemente aterradora, con la posibilidad de que cualquiera de los dos liberara toda su energía sobre el otro, pero todo terminó cuando sonó la campana.

—Te salvaste, por ahora —dijo Esteban.

—No, tú te salvaste.

En ese instante, Anzor y Declan tomaron a Candado de los hombros y lo arrastraron afuera mientras él hacía señas provocativas a Esteban. Estaba más concentrado en insultar a Esteban que en lo que le estaban haciendo Anzor y Declan.

Todos se formaron, saludaron a la bandera, cantaron el himno argentino y entraron a sus aulas, excepto Candado, quien se acercó al mástil de la bandera y se arrodilló ante ella durante dos minutos, como si estuviera venerando a un dios. Nadie lo había notado antes, excepto el director de la escuela. Hasta ese momento, absolutamente nadie tenía idea de que Candado hacía eso todos los días. Cuando dio por finalizada esa veneración, se puso de pie y entró al aula. El profesor no se había dado cuenta de que Candado había entrado recién, ya que no le importaba.

Me gustaría decir que Candado era el favorito de la clase o de los profesores, pero no era así. En realidad, todo el colegio, exceptuando a sus amigos, le tenía miedo, y los profesores lo odiaban. Candado más de una vez había puesto a los profesores en su lugar. Una anécdota cuenta que los profesores solían pedir dinero a los alumnos para obras de infraestructura que nunca se realizaban. Un día, un profesor aumentó la tarifa y solicitó una donación de doscientos cincuenta pesos de cada alumno para instalar un aire acondicionado, el mismo que habían prometido más de tres veces. El día en que se debía hacer la donación, el profesor detuvo la clase y pidió el dinero a los estudiantes. Candado fue el primero en la lista, pero en lugar de entregar dinero, él y Clementina llevaron un aire acondicionado totalmente nuevo y lo colocaron en el escritorio del profesor. Los estudiantes quedaron fascinados con el regalo, pero el profesor no. A pesar de que ocultaba su disgusto con una sonrisa en el rostro, se notaba su disgusto por este acto. Desde ese día, los profesores se dieron cuenta de que sacar dinero a Candado Barret sería totalmente imposible, y cada vez que pedían donaciones para algo, Candado les entregaba el objeto que supuestamente comprarían, arruinando su pequeña mafia. Había muchas anécdotas de Candado, tantas como las estrellas en el espacio, incontables.

Olvidando un poco sus hazañas con los profesores, Candado se sentó en su banco, que estaba al lado de Hammya, cuando la clase se detuvo, nadie sabía por qué hasta que entró el director, se paró frente a todos y dijo:

—Sé que esto es algo inusual, pero hoy tenemos a otro alumno, aunque la mayoría ya lo conoce, así que no hace falta presentarse. Ven, pasa.

Cuando el director anunció la llegada de un nuevo alumno y la puerta se abrió, una niña de cabello negro corto entró, llevando una mochila de deportes en la espalda, similar a la que usan los tenistas o los jugadores de fútbol. Vestía ropa de hombre, con pantalones oscuros, zapatos negros, un chaqué negro y una chalina blanca elegantemente envuelta alrededor de su cuello. También llevaba un sombrero celeste y blanco en la cabeza y, de manera inusual, un pollito amarillo descansaba sobre su cabeza.

La mayoría de los estudiantes se sorprendió al verla, ya que algunos eran nuevos en la escuela. Sin embargo, Candado, al verla, se cubrió los ojos, mostrando su descontento. La niña miró a todos y dijo:

—Hola, Viki Tonrrial Cortez Arín ha vuelto de nuevo a su pueblo querido.

Candado susurró mientras se sostenía las sienes con ambas manos:

—Bueno, me retiro por hoy, ve y toma asiento, señorita.

Después de eso, Viki tomó asiento al lado de Héctor y comenzó a prestar atención a la clase mientras el profesor daba su lección. Durante la clase, Hammya se acercó a Candado y le preguntó:

—Candado, ¿quién es ella?

Candado alzó la vista de su libro y volteó a ver a Hammya.

—¿Eres sorda o qué? Hace cinco minutos dijo su nombre.

—No me refería a eso, sino quién es ella para ustedes.

Candado se dio la vuelta y siguió leyendo, pero respondió a la pregunta de Hammya.

—Ella es una de nosotros.

—¿Del gremio Roobóleo?

—Por supuesto, ella es parte de nuestro gremio.

—Guau, ¿tiene poderes como ustedes?

—Claro, si te fijas bien, es un vampiro.

—¿Vampiro? Pero es de día.

—Eso es de las películas. Si quieres saber más de ella, tendrás que preguntarle en el recreo.

Después de la conversación, Candado volvió a su lectura sin interrupciones, mientras Hammya miraba a Viki con curiosidad. Viki, de manera amigable, saludaba a sus compañeros con una sonrisa.

Cuando finalmente sonó el timbre del recreo, todos los estudiantes salieron al patio, excepto Candado y sus amigos, quienes se acercaron a Viki. Le dieron abrazos y felicitaciones, ya que después de un año y dos meses, su amiga del gremio había vuelto. Cuando todos estaban hablando con ella, Candado y Hammya se acercaron.

—Oh, Candado, tanto tiempo.

—Sí, tanto tiempo —dijo de manera sarcástica—. ¿Por qué estás de vuelta? Se suponía que estarías lejos por tres meses más.

—Je, la verdad es que me aburrí.

—¿Te aburriste?

—Sí, Candado, me aburrí. Me aburrí de comerme al ganado.

La ira encendió los ojos de Candado.

—Eres una... Se suponía que te mandé lejos para que pudieras controlarte, y parece que no lo hiciste. ¿Qué rayos estuviste haciendo en un año?

—Dormir, jugar y comer.

Candado hizo un ruido de frustración, pero Declan puso su mano en su hombro para calmarlo.

—Envié a Pio contigo para evitar que hicieras eso, y hablando de eso, ¿dónde demonios está Pio?

—Ella está en casa, dijo que no vendría hoy a la escuela. ¿Podríamos ir a visitarla si te parece?

—Sí, voy a visitarla, para poder regañarla con mis propias manos. La mandé contigo para que te controlara, y me la traes de vuelta igual. Sin ningún ¡CAMBIO!

Viki se rió de las provocaciones de Candado, disfrutando al hacerlo enfadar. Pero después de que se calmó, se volvió hacia Hammya y comenzó una conversación amigable:

—¿Quién eres? Nunca te he visto por aquí antes, pero me gusta tu color de cabello.

Hammya respondió:

—Oh, gracias. Eres la primera persona que me dice eso sin decirme que es raro.

Viki se puso de pie y le dio un apretón de manos:

—Soy Victoria Tonrrial, pero todos me llaman Viki. Tú también puedes decirme Viki.

—Es un placer, Viki.

—¿Cómo te llamas?

—Soy Hammya, Hammya Saillim. Encantada.

—Vaya, qué nombre más bonito.

—Gracias. ¿Es cierto que eres un vampiro?

—Sí, lo soy. Por eso mis ojos son rojos, pero descuida, no voy a morderte. No muerdo a mis amigos.

—¿No te hace daño el sol?

—No, no me hace daño. Me da calor, pero nada más.

—¿La agua bendita?

—No, aunque la sangre tiene agua.

—Oh, ¿La plata? ¿Te hace daño la plata o la cruz?

En ese momento, Viki sacó un crucifijo de su chalina y dijo:

—Soy cristiana, y esto es de plata. No hay nada más bendito que la cruz de Jesús todopoderoso.

—¿La estaca en el corazón?

—Dime, Hammya, ¿conoces a alguien en este mundo que no muera por una estaca en el corazón? Nadie. ¿A quién no mataría eso?

—Pero bebes sangre.

—Sí, porque es mi alimento. Sin ella, no puedo vivir.

—¿Entonces has matado para conseguirla?

—No, porque hoy en día puedes ir a un hospital y pedir sangre, nada más.

—Eres muy extraña.

—Mira quién habla.

—¿Y ese pollito?

—Ella es Sío, es mi mascota. La tengo desde que tenía tres años.

—Pero no ha crecido.

—Porque le hice un conjuro para evitar que creciera.

—Cosa que casi te cuesta la estadía en el gremio —añadió Héctor.

—Bueno, al menos no pasó nada grave.

La conversación continuó, y todos estaban felices de que su amiga hubiera vuelto después de un año, excepto Candado. Aunque en lo profundo de su cáscara amarga, también estaba contento de que ella hubiera regresado, al menos eso pensaba.

Pasando a otro tema, después del recreo, mientras Candado se recostaba junto a una ventana del salón leyendo su libro, Erika, su amiga, regresó del recreo y le advirtió:

—¡Candado, abajo ahora!

Sin dudar, Candado se tiró al suelo como Erika le había indicado, y en ese momento, unos tentáculos emergieron de la tierra y rompieron la ventana. No solo eso, también derribaron bancos y sillas, sembrando el pánico entre los estudiantes que corrían asustados. Los tentáculos parecían buscar a alguien, y Candado hizo una seña a sus amigos para que ayudaran a los atrapados en las sillas y mesas. Anzor y Declan desenvainaron sus espadas y comenzaron a cortar los tentáculos, mientras que Héctor, Germán y Lucas ayudaban a los niños. Sin embargo, un tentáculo golpeó a Germán en el pecho, haciéndolo volar hacia la puerta de salida. Afortunadamente, Germán se levantó rápidamente y se transformó en un licántropo antes de regresar al aula para enfrentar a los tentáculos. Candado, por su parte, permanecía en el suelo, fuera del alcance de los tentáculos, y gritó:

—¡ERIKA, LUCÍA, SAQUEN A TODOS DE LA ESCUELA AHORA! —gritó Candado mientras luchaba contra los tentáculos que emergían por todas partes.

En ese momento, Ana María entró al aula y dio un puñetazo al tentáculo que bloqueaba el camino de Candado. Este gesto le permitió ponerse de pie y utilizar sus flamas para quemar los tentáculos que se interponían en su camino. Sin embargo, los tentáculos seguían surgiendo de las ventanas y el suelo. En ese momento, Tínbari apareció y se unió a la lucha.

—Tínbari, estoy a ciegas, no siento ningún poder mágico, necesito tu ayuda ¡AHORA! —exclamó Candado.

Los ojos de Tínbari brillaron de color amarillo mientras le respondía:

—Está detrás de ti, aproximadamente a ochenta metros.

Candado miró detrás de él y vio una ventana, pero más tentáculos emergieron, impidiendo su escape. Candado, armado con su facón, dio la orden a sus amigos:

—El enemigo está ahí afuera, necesito su ayuda para abrirme paso y atraparlo.

Todos sus amigos respondieron al unísono:

—¡A LA ORDEN CANDADO!

Declan y Anzor cortaron tentáculos, Clementina disparó a otros, Germán los arrancó de raíz con su fuerza, Lucas los incendió, las mellizas los petrificaron, Viki los cortó con sus afiladas uñas, Matlotsky los golpeó con su martillo y les disparó con su pistola de clavos, y Héctor utilizó sus cartas para detener los ataques de los tentáculos hacia sus amigos. Trabajaron juntos hasta que finalmente lograron abrir una abertura en la ventana.

—¡AHORA, CANDADO, SALTA! —gritó Declan.

Héctor envolvió a Candado en una esfera de cartas y saltó por la ventana, llevando a Candado afuera de la escuela. Tínbari se quedó atrás para ayudar a los amigos de Candado en la lucha contra los tentáculos.

Candado, fuera de la escuela, se enfrentó al individuo que estaba causando el caos. El sujeto levantaba sus manos y las movía de manera extraña. Candado lanzó su facón hacia él, pero el sujeto lo esquivó, lo que provocó que los tentáculos que emergían del suelo se desactivaran. Candado lo encaró y lo golpeó en el pecho, haciendo que se le cayera la capucha y revelando una máscara de madera. Candado se sorprendió al ver que el individuo parecía ser de su misma edad, y vestía con una túnica verde clara y una máscara de madera que ocultaba su rostro.

—¿Quién rayos eres? —preguntó Candado, manteniendo su mirada fría en el misterioso individuo.

El sujeto no respondió y se mantuvo en silencio, observando a Candado de manera fija.

—Te lo preguntaré una vez más: ¿Quién rayos eres y qué quieres? —insistió Candado, mientras se acercaba al individuo y sacaba su facón que estaba incrustado en un árbol.

—¿No quieres hablar verdad? A juzgar por esa máscara, puedo asegurar que no es para ocultar tu identidad, sino una marca en tu rostro, ¿no es así? Testigo. —Candado provocó una reacción en el misterioso individuo, quien abrió los ojos sorprendido. Candado aprovechó la oportunidad y se lanzó hacia él, propinándole golpes mientras el sujeto apenas podía defenderse. El individuo parecía perplejo al escuchar la palabra "Testigo", lo que indicaba que tenía algo que ver con el asunto.

—Eres de los que se quedan callados cuando descubren su oscuro secreto, ¿verdad? —continuó Candado mientras seguía atacando al individuo.

Finalmente, el misterioso individuo se preparó para pelear con Candado, y ambos se mantuvieron en guardia, esperando a que uno de ellos diera el primer paso. Candado decidió tomar la iniciativa y se lanzó hacia el individuo, quien invocó tres tentáculos del suelo para perseguirlo. Sin embargo, Candado actuó con astucia y corrió hacia el individuo. Cuando estuvo a punto de golpearlo, Candado saltó hacia un lado, haciendo que uno de los tentáculos cayera sobre el sujeto, lastimándolo.

—Pensé que eras más listo, hombre de pocas palabras —burló Candado.

—¿Crees eso, verdad? —se escuchó una voz detrás de Candado.

Candado se dio la vuelta y vio al individuo con la máscara parcialmente rota, revelando parte de su rostro.

—Hablaste. No está mal para un recién llegado como tú —observó Candado.

—Debo admitir que es la primera vez que me atacan y me hacen daño —respondió el misterioso individuo.

—¿Quién eres? —preguntó Candado nuevamente.

—No eres mi objetivo por ahora. —El sujeto no reveló su nombre, pero sí su apodo—. Soy Guz, y represento a los Testigos. Muy pronto, este mundo será nuestro.

Tras decir esto, Guz corrió hacia el interior del bosque, saltando de árbol en árbol como un mono.

En ese momento, el sujeto gaseoso que Candado había encontrado ayer apareció.

—Tú, ¿qué haces aquí? —preguntó Candado.

—Estaba desayunando cuando escuché un estruendo en la escuela. Me asomé y te vi entrar al bosque, así que te seguí hasta aquí. Pero debo estar agradecido, ese sujeto me ha dado una pista. Quieren asesinar a Esteban, y eso no lo voy a permitir.

Dicho esto, el sujeto gaseoso se lanzó en busca de Guz, mientras que Candado se quedó en su lugar sin tomar ninguna acción.

Cuando Candado finalmente regresó a la escuela, encontró a sus amigos sacando los tentáculos que habían cortado, y Matlotsky reparando las ventanas, sillas y mesas dañadas. Sus amigos corrieron hacia él, preocupados por lo que había sucedido. Héctor fue el primero en preguntar.

—¿Qué pasó? ¿Te encontraste con el individuo que inició todo esto?

Candado miró a Héctor con seriedad y respondió:

—Sí, lo encontré, pero él no estaba interesado en mí. Su objetivo era Esteban.

—¿Esteban? —todos sus amigos expresaron su sorpresa.

—No puede ser, ¿era un mercenario? —preguntó Anzor.

—No, era un... un Testigo.

odos quedaron atónitos al escuchar la terrible palabra "Testigo". Si un Testigo había intentado matar a Esteban, eso significaba que sus suposiciones eran correctas: alguien estaba tratando de iniciar una guerra. La situación vivida ese día y el día anterior habían llegado al cerebro de Candado, encajando la última pieza del rompecabezas.

El día anterior, tres individuos lo habían atacado con un objetivo claro: acabar con su vida. No era porque Candado fuera fuerte y temible, sino porque ocupaba el cargo de presidente de la O.M.G.A.B. (Organización Mundial de los Gremios Adjuntos Bernstein). Al matarlo, los atacantes intentarían culpar al Circuito, y viceversa, desencadenando un conflicto. Sin embargo, lo que los tres sujetos no sabían era que Candado había sido sancionado previamente por golpear a un camarada gremialista en el convento. Esa acción lo había llevado a perder la presidencia, siendo reemplazado por el representante de Japón, Yuuta Aikawa. Candado había mantenido esta información en secreto, no para protegerse, sino para proteger a Yuuta y a la moral de la organización.

La teoría de Candado se confirmaba y la sombra de la guerra se cernía sobre el mundo. Sabía que otro conflicto llevaría al planeta al caos, independientemente de quién ganara, el resultado sería la destrucción total. Sin embargo, Candado cambió de tema para no preocupar a sus amigos.

—Oigan, ¿van a seguir parados o van a entrar a la escuela? —preguntó Candado.

—Lo siento, Candado, pero el director nos dio el día libre. Tres profesores quedaron heridos, pero sus heridas no son graves —respondió Hammya.

—¿En serio? —preguntó Candado.

—No, Candado, solo son heridas superficiales. Estarán bien —dijo Héctor.

—Tengo una idea, ¿por qué no celebramos el regreso de Viki en la hermandad Roobóleo? —propuso Matlotsky.

Lucas miró a Matlotsky disgustado, pero Candado sorprendentemente estuvo de acuerdo.

—Me parece una buena idea —dijo Candado.

—¿Pero, señor...? Bueno, como usted diga —cedió Lucas.

—¿Organizarán una fiesta? —preguntó Matlotsky emocionado.

—No, solo vamos a celebrar —aclaró Candado.

—Eres muy aburrido, Candado —comentó Matlotsky.

—Y tú eres una palta, así que no te quejes —respondió Candado.

Luego, Candado y sus amigos se dirigieron al gremio para celebrar el regreso de su amiga Viki. Era la primera vez que Candado organizaba algo así para uno de sus amigos. En el camino, algunos de ellos notaron un ligero cambio en la actitud de Candado, especialmente Héctor, Viki, Ana María, Clementina y Lucas. Desde que Hammya llegó, Candado había actuado de manera diferente, pero preferían no sacar conclusiones sobre su cambio de personalidad.

Finalmente, llegaron al gremio. Anzor abrió la puerta y todos entraron. Candado cerró la puerta, encendió las luces y se dispersaron por el lugar. Matlotsky encendió el equipo de música y comentó que era la primera vez que tenían el día libre para usar la casa. Hammya aprovechó para preguntar sobre a qué se dedicaban exactamente.

Candado se disponía a responder, pero su amigo irlandés le contestó.

—El gremio Roobóleo, al igual que cualquier otro gremio, se dedica a resolver problemas para otras personas, como objetos robados, asesinatos, misterios, fugas, y más —dijo Declan.

—Vaya, no tenía idea.

—Claro que no, porque eres nada más y nada menos que una ilusa —añadió Declan.

—Escúchame, ahora soy parte de este gremio y me gustaría que dejaras de ser tan desagradable.

Declan dio un pisotón fuerte con su pie derecho y miró fijamente a Hammya.

—No me levantes la voz, tú no eres nadie como para hablarme de esa manera. Tal vez seas parte de este gremio, pero yo tengo más tiempo en él que tú, así que ten eso muy claro. Si planeas algo extraño en este gremio que nos perjudique o sospecho que nos estás traicionando —en ese momento desenvainó su sable, lo colocó en el cuello de Hammya y continuó—, tu cabeza rodará a mis pies.

—Declan, baja tu arma, sabes cuál es el reglamento, ¿verdad?

—Sí, Candado, lo sé.

En ese instante, Anzor y German vinieron y se llevaron a Declan de allí para evitar más problemas entre ellos dos.

—Disculpa a Declan, no confía en ti, pero algún día lo hará. Por ahora, dale tiempo —dijo Viki mientras le entregaba una copa de gaseosa.

—¿Qué le pasa? —preguntó Hammya.

—Todavía no supera la traición de Ocho al gremio.

—¿Ocho?

—Sí, ella era como tú, una…

—Viki, espera, ¿dijiste ella? ¿Acaso es mujer?

—Sí, era una de nosotros, pero nos traicionó e intentó asesinar a Candado. Nos dolió mucho cuando nos traicionó, pero a Declan le dolió aún más, ya que ella era su novia. Siempre se sintió culpable por ese hecho, y siempre pensó que por su culpa casi mueren sus amigos. Por eso es tan desconfiado.

—Vaya, lo siento.

—Es duro y terco, pero es un buen amigo. Él es de los que pondrían la mano en el fuego si estás en problemas.

Cuando Viki dijo eso, Hammya se dirigió hacia donde estaba Declan.

—¿Qué estás haciendo?

—Si voy a ser parte del gremio, será mejor que empiece a trabajar en ganarme la confianza de los demás.

Estas palabras quedaron grabadas en las mentes de Viki y Candado. Candado, quien estaba de espaldas, las escuchó. Cuando lo hizo, mostró una pequeña sonrisa momentánea, pero visible ante los ojos de Héctor.

Hammya se acercó a un dormitorio semi cerrado, se asomó y abrió la puerta. Dentro, encontró a Declan sentado en una silla, de espaldas, limpiando su espada. Hammya caminó hacia él lentamente. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Declan, sin darse la vuelta, dijo:

—Ya ha quedado claro mis intenciones, no voy a hablar contigo. No importa lo que hagas, no me interesa tu amistad.

—Mira, no quiero problemas contigo. Lo único que quiero es que me trates con respeto.

—¿Respeto? Eso es algo que no se obtiene fácilmente. De hecho, dudo mucho que alguien como tú pueda ganarse mi respeto.

—Si Matlotsky pudo hacerlo, entonces yo también puedo.

—Ja, ese chico es duro, pero nunca se le ocurriría traicionar al gremio.

—Bueno, con el tiempo seremos amigos.

Declan no dijo nada más y siguió limpiando su espada. Hammya, por su parte, se alejó de la habitación y se reunió con Candado, quien estaba sentado en el centro de la mesa, leyendo un libro.

—Hola, Candado.

—Hola, Esmeralda.

—¿Qué estás haciendo?

Candado levantó la vista.

—Niña, ¿qué rayos crees que estoy haciendo? ¿Estoy pescando? Estoy leyendo, niña, leyendo.

—Lo siento, señor fino, solo fue una pregunta.

—Sí, una muy estúpida y sin sentido alguno.

—¿Por qué eres tan malo? ¿No me explico por qué te respetan tanto?

—Una, porque soy diabólico, y segunda, ¿qué te importa?

—Eres un cretino.

—No me importa, mientras haga lo que es correcto, mi actitud no importa.

—Cambiando de tema, dime ¿cuántos países gobierna la Organización Bernstein?

—Hoy en día son diez países, entre ellos están Argentina, Paraguay, Francia, Alemania, Kenia, China, Cuba, Japón, Irán y Venezuela.

—Guau, antes eran siete. ¿Por qué hoy son diez?

—Porque esos tres países lograron cosas increíbles. Cuba entró porque Fernando Álvarez empezó una revolución contra los Circuistas. En ese momento, la cuna del F.U.C.O.T. era Cuba, pero Fernando los expulsó con tan solo dieciocho gremios en toda la isla, por eso se ganó un espacio en nuestra sala. Hoy en día, los mejores gremios están en Cuba. En Irán, Allí Fereshteh llegó a una paz con los circuitos de oriente, era el primer país que logró tener un tratado con ellos después de sesenta y cinco años, inspirando a las demás naciones del mundo a tener tratados de diálogo para alcanzar la paz, por esa razón se ganó un lugar en nuestra sala. Venezuela fue un país muy azotado por el imperialismo extranjero, tanto que no existió por más de sesenta años gremios en ese país, hasta que un chico llamado Ramiro Solari creó un gremio que solo se dedicaba a combatir el hambre y la pobreza, se ganó un lugar en la O.M.G.A.B. porque fue el único país que apoyó a mi madre en el caso GreenBlood. Cuando ella fue expulsada, buscó ayuda en ese país y fue muy bien recibida. Cuando el caso terminó, mi madre fue electa presidenta y, como muestra de agradecimiento, le abrió las puertas a Ramiro, ganándose ese asiento en nuestra sala.

—Vaya, ¿cómo es posible que nunca haya escuchado eso?

—Porque los empresarios e imperialistas se encargaron de silenciarnos, hablando de temas sin importancia. Hoy en día, la Organización de Naciones Unidas sabe de nuestra existencia, pero no sabe por qué existimos, jamás tocaron el tema. Solo algunos países saben de nuestra existencia.

—Es un poco triste.

—¿Triste? No es triste. En mi opinión, pienso que es mejor así. Si nuestro nombre fuera conocido por todo el mundo, usarían a la organización para beneficio propio, cosas como la guerra, conflictos políticos y religiosos, promoción del imperialismo y un montón de cosas que dañarían los ideales de Harambee. Prefiero morir antes que permitir que mancillen su nombre.

—Je, parece que admiras mucho a una africana.

Candado cerró el libro y se lo bajó con fuerza sobre la cabeza de Hammya.

—No te atrevas a usar así el nombre de ella. Para tu información, gracias a ella, personas como tú no andan por la vida siendo esclavos.

—Eso duele y mucho.

—Para que no lo olvides, nunca —dijo Candado mientras la señalaba con un libro.

—Está bien, está bien, no lo olvidaré.

—Así está mejor.

—A propósito, ¿por qué tu madre sería bien recibida en Venezuela? ¿Acaso ella era odiada?

En ese momento, el gesto de Candado cambió; se volvió tenue y tranquilo, y su mirada se volvió débil.

—En ese momento, sí. Mi abuelo había vencido a un ser extraño llamado "P". Él tenía un amigo llamado Mike Thompson, que representaba al gremio de Estados Unidos llamado GreenBlood. Pero en aquel combate, Mike perdió la vida salvando a mi abuelo. Cuando "P" fue derrotado, él dijo que Mike era el verdadero héroe, dejando como mártires al gremio GreenBlood y llevándolos a la cúspide de la O.M.G.A.B. Pero años más tarde, mi madre fue a pedir ayuda a dicho gremio pero fue traicionada; la ayuda nunca llegó. Fue en ese entonces que surgió esta pregunta: "¿Cómo es posible que un gremio temerario como ese, que había luchado por sus hermanos, no viniera en ayuda de una de sus hermanas?" En ese instante, ella comenzó a indagar en el tema. Mientras más se acercaba a la verdad, el GreenBlood, usando su poder, ordenó que se destituyera al gremio Roobóleo de la organización. Ni con la ayuda de Francia, Kenia, Cuba y Paraguay pudieron detener la expulsión de Argentina de la O.M.G.A.B., pero ella nunca se rindió y siguió buscando la verdad. El camino era difícil y todo estaba en su contra, pero nunca estuvo sola; tenía a mi padre, que siempre la apoyó en todo.

—¿Cómo terminó todo esto?

—Mi madre buscó ayuda en el F.U.C.O.T. Como ella era clandestina, ya no le importaba lo que pensaran de ella o de su gremio, así que tejió una alianza con ellos. Fue así que los Circuitos la ayudaron, y juntos pudieron desenmascarar al GreenBlood. Ella regresó al gremio y la indemnizaron con millones de lingotes de oro.

—¿Oro?

—Sí, mi familia no usa dólares. Toda nuestra fortuna está en lingotes de oro. No confiamos en un pedazo de papel que se dice que es muy valioso.

—Bueno, me parece muy original. ¿Eres millonario?

—¿Millonario? No, claro que no. Trillonario.

—Vaya, sí que es una fortuna, a pesar de tener una casa común y corriente.

—Sí, es que a mi familia y a mí no nos gusta andar presumiendo con casas grandes y otras cosas.

—¿Dónde está depositada toda esa fortuna?

—En nuestra bóveda personal.

—¿Bóveda? ¿No lo guardan en los bancos?

—No, el banco existe porque la sociedad confía en ellos. En cambio, mi familia y yo no confiamos en ellos, y no somos estúpidos como para poner toda nuestra fortuna en manos de desconocidos.

—Ah, veo que aplican mucho la lógica y la sociología en toda tu familia.

—Eh... gracias.

—Tengo otra pregunta, ¿a caso el Circuito es igual a ustedes?

—No, es completamente diferente. Solo tienen un líder que es elegido por voto popular, pero para ser líder del F.U.C.O.T., tienes que ser respetado por ambas cámaras del instituto.

—¿Hay representantes de los países en general?

—No, la idea de Tánatos era de un mundo sin fronteras que estuviera conectado a otras sociedades. Si eres un Circuista, no representarás a ningún país, sino la ideología de Tánatos.

—¿Y eso para ustedes está mal?

Candado cerró su libro y lo puso a un lado de la mesa.

—A ver, no está mal pensar diferente o expandir tus pensamientos. Lo que está mal de ellos es llevar esa ideología al extremo, matando y amenazando. Eso es lo que está mal de los Circuitos. Yo no comparto la idea de imponer mis ideas por la fuerza.

—¿Tú qué piensas de la O.M.G.A.B.?

—Yo sinceramente creo que están haciendo bien su trabajo. No es que seamos perfectos, es que ellos fueron peores, pero intentamos ayudar a los demás, sean parte del gremio o no.

—¿Qué quieres tú realmente?

Candado miró fijamente a los ojos de Hammya, luego miró sus manos. Las abría y cerraba hasta que cerró sus puños y dijo.

—Yo solo quiero paz, no más guerra fría entre nosotros, no más derramamiento de sangre.

—Tranquilo, Candado, tranquilo. Yo tengo fe en que tú lograrás la paz.

—Bien, me parece bien que tengas fe. Después de todo, eso es lo único que no se pierde, aun en los peores momentos.

—Eh...

—No digas más. Me gusta siempre tener la última palabra, no es porque sea soberbio.

En ese momento se acercó Héctor con una carpeta verde en la mano.

—Candado, ¿puedo hablar contigo en privado un momento?

—Claro.

Candado se puso de pie y siguió a Héctor a la sala de reuniones.

—Bien, ¿se puede saber qué ocurre?

—Es sobre esta carpeta, la entregaron hace unos minutos.

—¿Quién la envía? —preguntó Candado mientras recibía la carpeta.

—Es un envío de la O.M.G.A.B. ¿Crees que sería una nota de expulsión?

—No, no lo creo. Si fuera así, la carpeta sería negra y no verde.

Candado la abrió y adentro de ella había una carta con el sello oficial de la organización, el león. Candado tomó la carta y la miró de arriba y de abajo. Luego de unos segundos de observación, Candado dio la carta a Héctor y le dijo.

—Ten, léeme. No sé japonés.

—Oh, sabes francés, alemán, Wichi, inglés y persa, un montón de idiomas europeos, que quien sabe cómo los aprendiste, pero no sabes leer japonés.

—¿Tengo cara de traductor mundial? Hazme un favor y léeme la carta.

—Bien. "Querido Nankinjo, el...".

—Ese pelotudo...

Héctor hizo una mueca mirando hacia arriba.

—Prosigo. "Querido Nankinjo, el día 10 de marzo se decretó tu exoneración de tus misiones y que dentro de trece días podrás volver a tus tareas en la junta Harambee. Espero que esto te haya servido de elección. Recuerda, ten cuidado a la hora de desatar tu ira. Espero con ansias tu regreso a Kanghar en función de tus servicios de candado/Presidente. Atentamente, tu jefe, Yuuta Aikawa."

—Es genial, Candado, podrás volver a la organización.

—Vaya, por lo menos tuvo la amabilidad de darme permiso de volver el día 23 de marzo. Voy a matar a ese cara sospechosa.

—Bueno, recuerda que tú lastimaste a un vocal.

—Sí, y acepto mi castigo, pero no tolero que en una maldita carta me escriba "Tu jefe". Voy a romperle la nariz.

—Vamos, Candado, no más peleas con tus supe… digo, digo; camaradas. Ya fue suficiente.

—¿Me estás dando órdenes?

—Sí, lo estoy haciendo por tu propio bien. Ya debes dejar eso de que te consuma la ira, en un futuro podría traer problemas.

Por primera vez, Candado sintió que Héctor tenía razón. Si él no se hubiera dejado llevar por la ira, jamás hubiera peleado con aquel que le lanzó un terrible conjuro, y no estaría escupiendo sangre. Si quería vivir, tendría que confiar en las peticiones de los demás. Como decía su abuelo: "Nunca podrás tener todas las respuestas y soluciones a tu alcance. Siempre vas a tener que confiar en los demás, sobre todo en tus amigos". Su abuelo era un hombre muy sabio, y Candado siempre intentaba escuchar a los demás. Así que Candado miró a Héctor de forma diferente; en sus ojos mostraba un poco de compasión.

—Tienes razón, no quiero cometer errores. Ahora entiendo por qué me dio trece días; fue para que comenzara a ser más tolerante. Se supone que en la O.M.G.A.B. somos todos hermanos buscando lo mejor para nuestras familias. Cometí un error al golpear a ese chico. Tenía un mal día y supongo que quería desquitarme con él. Cuando vuelva, le pediré perdón. Se supone que todos somos los heraldos de Harambee.

Héctor quedó fascinado con lo que dijo Candado. Era la primera y única vez que Candado cometía un error y lo reconocía, tanto que inconscientemente comenzó a aplaudir.

—Bravo, es un avance muy grande.

—¿Sobre qué?

—Sobre tu actitud. Sigue así.

—Ah, claro seguro. Pero que no se te suba tanto a la cabeza.

—Je, bueno, es hora de que me vaya. Tengo que ayudar a Lucas allá atrás con sus experimentos.

Después de decir eso, Héctor se fue y dejó a Candado solo en la habitación. Él había estado últimamente muy pensativo, sobre su salud y de lo que le dijo Rucciménkagri ayer. Así que agarró una hoja blanca, una lapicera y escribió sobre la situación que estaban viviendo la O.M.G.A.B. Lentamente, los gremios y los circuitos caminaban sobre la cuerda floja. Era necesario detener la guerra a toda costa. Candado tomó apuntes sobre el asunto, escribió lo más importante: la organización de los Testigos, los atentados, los asesinatos de gremios y circuitos por igual, etcétera. Si el camino es un conflicto, entonces hay que detenerlo. No hay que arrastrarse hacia una guerra. El mundo no debería volver a ver una guerra.

Una vez que terminó de escribir, abrió la puerta y llamó a Clementina. Ella inmediatamente fue hacia él. Candado puso la carta en sus manos y dijo.

—Quiero que lleves esta carta al correo, por favor.

Con esas simples palabras, Clementina se fue corriendo a llevar esa carta. Candado, aunque no se notara, estaba teniendo un estrés muy grande. Su transpiración comenzó a ser seca, su corazón latía velozmente. Todo esto causó que Candado perdiera el equilibrio y se cayera al suelo. Sus amigos, al ver que él estaba en el suelo, corrieron a auxiliarlo. Héctor y María lo ayudaron a ponerse de pie.

—¿Estás bien, Jefe? —preguntó Ana María.

—¡POR ALGO ME CAÍ!

—Voy a llamar al doctor…

—No, no vas a llamar a nadie sin mi autorización.

—Pero te has caído, eso no es…

—Te lo repito, no vas a llamar a nadie sin mi autorización.

Héctor y Ana María lo llevaron a la habitación de descanso y lo sentaron en un sillón, pero cuando todo parecía estar mejorando, Candado comenzó a toser. Hammya, quien estaba cerca y sabía lo que iba a venir después de la tos, sacó de su bolsillo un pañuelo y se lo puso en la boca, mientras le daba palmadas en la espalda. Candado había vuelto a escupir sangre, pero esta vez sus amigos no lo habían notado. Así que Hammya, para distraer a sus amigos de la sangre en el pañuelo, pidió que le trajeran agua, y ni bien le quitaron los ojos de encima, Candado envolvió el pañuelo y lo ocultó en su bolsillo. Hammya le dio un vaso de agua y todo quedó en secreto nuevamente.

—Muy bien, ¿Qué te pasó? —preguntó Germán.

—Nada, solo fue agotamiento, eso es todo. Solo necesito descansar.

—Es cierto, has trabajado mucho este último mes. Creo que deberías dejar el mando a Héctor una semana —dijo Declan.

—No, la porquería está tocando el ventilador y con todo lo que ha ocurrido, no puedo darme el lujo de descansar. Soy el presidente de la Hermandad Roobóleo y mis responsabilidades son primero.

—Sí, todo lo que dijiste es cierto, pero si no te cuidas, va a valer todo un carajo porque te vas a morir. Descansa una semana y no seas terco. Eso es todo lo que te pedimos. No es ni un mes, ni un año, ni un siglo, es una semana. Después de descansar, podrás ser el mismo chico frío, mandón y pedante que eres siempre.

—¿Pedante? ¿En serio?

—Lo que Matlotsky quiere decir es que necesitas descansar un tiempo. Lo necesitas, después de todo…

—Lucas, he descansado por dos días. Estoy bien. No necesito nada.

—¿Qué tal si votamos? —preguntó Anzor.

—No te atreverías, después de todo no he dado ninguna autorización.

—Lo siento, Candado. Tú mismo dijiste que esto es una democracia. Está en el estatuto 5-K de nuestra pequeña ley: "En caso de que los vocales estén en desacuerdo con el presidente, se procederá al voto".

—¡Pucha, cállate Ana María! —interrumpió Candado. —Viste que para eso eres viva.

—Buena idea, Mari. Votemos. Los que quieran que Candado descanse, levanten la mano.

Héctor y todos los demás, incluyendo Hammya, levantaron la mano.

—Esperen, falta Clementina —dijo Candado.

En ese momento, el teléfono sonó y Héctor fue a contestar.

—Diga… ah… espera que te pongo en alta voz.

—Yo, Clementina V02, voto a favor de que Candado descanse.

—¿¡ES EN SERIO!? ¿¡CÓMO MIERDA SABÍAS DE LO QUE SE ESTÁ HABLANDO!?

—Recuerde, señor, que la casa y yo somos uno. Ahora me despido. Lo veré en la casa. Chauuu.

—Que no se hable más. Ernést tendrá unas merecidas vacaciones —dijo Héctor.

—¿Quién es Ernést? —preguntó Hammya.

—Es mi nombre, niña. Me llamo Ernést.

—¿Pensé que tu nombre era Candado?

—Sí, lo es. ¿Algún problema?

—No, para nada.

—Ya se ha hablado y votado. Candado va a descansar por una semana —dijo Matlotsky.

—¡OBJECIÓN!

—Denegada —dijo Héctor.

—Vamos, son solo siete días, después podrás volver a ser jefe —dijo Ana María.

—¿Cuál es la jodida diferencia? Siempre me llamas jefe.

—Da igual, acepta por favor —dijo Lucas.

—Bien, acepto, una semana, solo una semana. Espero que el gremio no se incendie mientras no esté presente.

—Tu confianza en mí es muy conmovedora.

—Cállate, Héctor.

—Bien, como presidente temporal, voy a decretar tu descanso. Esto significa que puedes volver a tu casa.

—Está bien, me voy.

Candado tomó su mochila, salió de la habitación, caminó hasta la salida del gremio, montó a Uzoori y se fue a todo galope a su casa. Mientras tanto, sus amigos se quedaron y observaron cómo se iba su exjefe.

—¿No debería ir tras él?

—No hace falta, Hammya. Te necesitamos aquí —dijo Viki.

—En realidad no —dijo Declan mientras arreglaba un librero.

—No le hagas caso, es un durubu.

—Se dice dúr, Viki, y no es así.

—Lo que sea, eres un idiota que habla gracioso.

—Y vos sos un tá tú le muc an-horrendous.

En ese momento, mientras Viki se ponía nerviosa por lo que había dicho Declan, porque le estaba hablando en irlandés, a Hammya le brillaron los ojos y dijo.

—Eres un cerdo muy horrendo.

—¿Qué yo qué? ¿Encima que te estoy defendiendo?

—No, no es lo que tú crees. Lo que dijo él es lo que significa en inglés.

—¿Ah sí, de veras? Conque soy un cerdo horrendo, entonces tú eres un sapo —dijo mientras se iba del lugar llevándose a Hammya de la mano.

Mientras las dos niñas se iban del lugar, Declan comenzó a desconfiar de Hammya. Solo Candado sabía irlandés, es prácticamente imposible que haya otra persona que sepa su idioma.

Por otro lado, después de que Hammya y Viki se alejaron de Declan, se dirigieron a la sala de descanso. En ese lugar, todos estaban descansando a su manera. Lucas y Héctor estaban jugando al ajedrez, Anzor estaba meditando en el suelo con su espada en el regazo, Ana María estaba recostada en un muro mientras estaba usando su celular, las mellizas junto con Germán y Matlotsky estaban jugando a las cartas. Hammya y Viki se sentaron en el sillón y comenzaron a entablar una conversación amigable.

—Lo hiciste bien allá atrás. Candado era el único que entendía ese idioma, pero ¿desde cuándo sabes irlandés?

—No tengo idea, pero me dio la sensación de que yo ya conocía o había oído ese idioma.

—Eres demasiado reservada, Hammya. Ahora entiendo por qué estás con nosotros. Has llamado la atención de Candado.

—¿Tú crees? Porque yo no tengo idea.

—Yo tampoco tenía idea de por qué me aceptó la solicitud, hasta que un día lo entendí. Estoy segura de que tú también lo entenderás.

—¿Qué me dices tú? ¿Por qué no estabas presente en estos últimos días?

—Verás, yo sufría de una adicción a la sangre muy grande. No podía controlarme e incluso ataqué a mis compañeros. Mordí a Héctor y le succioné casi toda la sangre. Por mi culpa, él es anémico.

—¿Anémico? No lo parece.

—Créeme, lo es, solo que no se ve a simple vista.

—¿Y qué pasó después?

—Le pedí...le rogué, le supliqué, a Candado que me enviara lejos de la Isla del Cerrito para evitar dañar a mis compañeros.

—¿Entonces ya está?

—Sí, fue difícil al principio, pero ahora estoy bien, y todo gracias a Candado y a Pio.

—¿Pio? Ah, sí, ya la habías mencionado, pero ¿dónde está ahora?

—Ella es igual a mí, una holgazana. Ahora está en casa, seguramente pintando un cuadro. Olvidé dar su voto.

—Debe ser buena. ¿Cómo se llama exactamente?

—Se llama Natalia Ballester Pio, pero todos, excepto Candado, la llamamos Pio.

—Me gustaría conocerla.

—La conocerás, la conocerás, lo aseguro.

Candado había llegado a su casa tranquilamente. No tuvo ningún problema en el camino, como de costumbre. Esta vez todo fue pacífico aunque algo alocado. En su casa, sus padres no estaban; Hipólito estaba en el living jugando con la bebé Karen, Clementina estaba en el sótano haciéndose un chequeo matutino, después de todo, el correo estaba cerca de la casa. Candado estaba en su habitación leyendo un libro de Iván Crusoe, titulado "La lanza de oro". En él, relataba todas las hazañas que había hecho Harambee, la heroína de la O.M.G.A.B. Cada vez que Candado leía ese libro, se sentía orgulloso de su bisabuelo Jack Barret. A pesar de que solo mostraba una pequeña sonrisa, en su interior se sentía muy feliz. Hasta que llegó Tínbari solo para molestar.

—Un poco más y tus amigos se hubieran dado cuenta de que algo anda mal en ti. —No sé de qué me hablas.

—De tu colapso en el gremio. Por suerte, tus compañeros son estúpidos y solo creyeron que tú estabas...

—¡Fue! Por los nervios. Nunca estuve en esta posición antes.

—Vamos, yo sé cuándo es agotamiento. Lo que tú tienes es un poderoso conjuro que te está comiendo por dentro.

—Cierra la boca. Tengo diez años de vida todavía.

—Sí descansas y no haces sobreesfuerzo físico y mental. Esto es un síntoma de lo que tienes.

—¡Es mentira!

—¿Mentira? Candado, has usado la flama violeta mucho estos últimos días. Has peleado más de lo debido. Es obvio que tu espíritu está débil.

—Deja de decir estupideces. Una vez que me encuentre con el bastardo que me hizo esto, lo voy a obligar a que me saque este conjuro de porquería.

—No hay tiempo. El reloj de tu vida se está deteniendo. Tienes que sacártelo y rápido.

—Esas predicciones jamás son puntuales. Son más falsas que las profecías de Nostradamus.

—Lamento decirte que no es así. Jamás podrás vencer a la muerte. Es algo inescapable.

—Siempre hay una primera vez, Tínbari. No pienso morir en un hospital conectado a un respirador. Pienso vivir mucho tiempo. Viviré una patética y anciana vida.

—Es muy admirable retarme a mí, pero no te servirá de nada.

—Dime cornudo…

—¿Cornudo? Ni mujer tengo.

—No por eso… olvídalo.

—¿Qué quieres decirme?

—Nada, ya se me olvidó.

—Bueno, pero recuérdalo. Yo tengo todo el día.

—Me alegro por ti. —Candado se dirigió hasta la puerta, la abrió y luego miró a Tínbari—. Porque yo no, gil —después cerró la puerta detrás suyo con fuerza.

Pero ni bien la cerró, Tínbari se le apareció al frente de él.

—No pienso irme. 

—Ah, pues yo sí, así que muévete.

Tínbari lo agarró de la cintura y lo alzó.

—¿Qué harás ahora, niño? No es fácil soltarse de mí.

Candado, entre los forcejeos y patadas al aire, decía:

—Suéltame, sabandija. Tínbari comenzó a agitarlo de arriba hacia abajo como una lata de gaseosa.

—¡TE VOY A ARRANCAR LOS CUERNOS! Después de unos minutos, Tínbari se transportó al patio y lo tiró hacia arriba del árbol, provocando que Candado quedara atrapado entre las ramas.

—Ahora, ¿qué harás, niño? Espero que me puedas arrancar los cuernos —dijo Tínbari con una sonrisa.

—Te juro que... te juro que cuando baje te voy a arrancar los ojos.

—Eso espero —decía Tínbari mientras se reía. Cuando Candado quedó tambaleando por las ramas del árbol, Clementina apareció con una remerita corta y pantalones largos oscuros con los mismos zapatos.

—Oh, ¿cómo llegó ahí arriba, señor?

—¿Importa saber cómo llegué aquí arriba? Necesito bajar, tráeme la escalera. Ni bien Candado dijo eso, la rama se rompió y él comenzó a caer, pero gracias a los reflejos y la velocidad de Clementina, hizo que ella llegara antes de que Candado tocara el piso. Sin embargo, como Clementina se había hecho su análisis matutino hace solo unos minutos, se le había olvidado completamente poner seguro, o sea los pernos, a sus brazos y como consecuencia de esto, Candado cayó en los brazos de ella. Y como Clementina no tenía pernos, el cuerpo de Candado desprendió los brazos de su cuerpo, haciendo que él cayera de todas formas al suelo. No solo tuvo que soportar la caída con su espalda contra el suelo, sino que también tuvo que soportar el fuerte golpe de los brazos metálicos de Clementina, en total el golpe fue más fuerte y más doloroso.

—Ups, olvidé soldarlos, pero estoy bien.

—¿En serio? Mira vos, che, la señorita está bien, hay que darle un premio.

—No es para tanto, en serio.

—¿Sabes una cosa, Clem? —preguntó Candado con una sonrisa sínica.

—¿Qué cosa, señor?

—¡QUE TE VOY A DESOLLAR CUANDO ME PONGA DE PIE! ¡ME ROMPÍ DE VUELTA LA ESPALDA Y TODO POR TU CULPA!

—Lo siento, intenté ayudarte.

—¡ME VALE UN CARAJO! ¡TE DIJE, TE DIJE QUE ME TRAJERAS LA PUTA ESCALERA! —Con todo respeto, pero no había tiempo.

—¡ENTONCES NO ME HUBIERAS AYUDADO!

—¿Te duele? Cuando Tínbari preguntó eso, Candado se le subió en la espalda y con mucha bronca comenzó a tirar con todas sus fuerzas de los cuernos de este.

—¡TÚ, SABANDIJA ROJA, TAMBIÉN ES TU CULPA! COMO DIJE, ¡TE VOY A ARRANCAR LOS CUERNOS!

—Ya entendí, suéltame, duele mucho. Candado tironeó hacia atrás con toda su fuerza; sin embargo, los cuernos de Tínbari eran resbalosos, lo que hizo que Candado cayera de espalda nuevamente al suelo. Pero esta vez, ya no estaba furioso como hace solo un momento, sino que se relajó, se puso de pie, tomó los brazos de Clementina y se los colocó nuevamente.

—Señor, ¿ya no está enojado?

—No, ya no estoy enojado. Puede que suene extraño, pero por alguna extraña razón acepto las disculpas de ambos —dijo Candado con la misma expresión fría en su rostro.

Candado chasqueó los dedos, como hace siempre, y los pernos volaron hasta su mano. Con su facón, comenzó a atornillar los pernos sueltos con delicadeza, para no rayar la piel de Clementina. Una vez que terminó de arreglar los brazos de ella, Candado se puso de pie, tomó la escalera de madera que estaba al costado de él, la recostó en el árbol y subió en ella hasta que llegó a una de sus ramas. Candado extendió la mano y dijo.

—Por favor, sal. No me voy a enojar contigo.

En ese momento, una serpiente se enroscó en su brazo y subió hasta su cabeza. Cuando ya estaba ahí, se transformó en una niña.

—Esa es… es… ¿Quién es? —preguntó Tínbari.

—Se llama Yara, es la "hija adoptiva de Candado".

—Oh, era la misma niña que vi… en algún lugar.

Candado bajó de la escalera con Yara en brazos y juntos entraron a la casa. Una vez adentro, Candado la sentó en sus rodillas y comenzó a hablarle en un tono dulce, como un padre a su hijo, o hija en este caso.

—Yara, ¿por qué estabas en ese árbol?

—Porque iba a darte un susto.

—¿Un susto?

En ese instante, Hipólito apareció cargando a la bebé Karen, solo para saber qué era todo ese griterío.

—Mauricio dice que nunca te vio asustado, quería comprobar si eso era cierto.

—Se dice "comprobar" y no, no es cierto, yo a veces me asusto.

—Entonces, ¿no tienes miedo?

—Ahora no, no tengo miedo. Pero si tu vida o incluso la vida de los que me rodean estuviera en peligro, entonces sí.

—Vaya, entonces sí tienes miedo.

—Cambiando de tema, tengo una sorpresa —Candado sacó una bolsita de su bolsillo y se la entregó a Yara—. Lo compré cuando volvía del gremio. Espero que te guste. Sé que no es tu cumpleaños todavía, pero es un regalo de mi parte.

Yara lo abrió y dentro de ella había un hermoso broche de una flor azul. Candado lo tomó y lo colocó en el cabello de Yara.

—Te queda bien, ¿te gusta?

—Sí, me encanta, es muy bonito. Gracias, papá.

—De nada, Yara.

—Mañana quiero que me lleves de paseo por el lugar, quiero conocer más del lugar donde tú vives.

—Bien, pero recuerda, cuando paseemos no sueltes mi mano en ningún momento y tampoco te separes de mí.

—Entendido, no soltarte, no alejarme, lo tengo.

—Bien, así me gusta.

—¿Papá?

—Dime, cariño.

—Esa bebé que está ahí, ¿es tu hija?

—No, es mi hermana. Estoy seguro de que cuando tenga tu edad serán buenas amigas.

—¿Tardará mucho?

—Eh… unos tres años, más o menos.

—¿Por qué tanto?

—Es una bebé, todavía necesita aprender lo básico para poder ser como tú.

—Bueno, puedo esperar. Después de todo, no iré a ningún lado.

Candado empezó a reír y Yara también, mientras que Clementina, Tínbari e Hipólito estaban viendo la conmovedora escena con regocijo. Era la primera vez que el trío veía a Candado tan contento.

Por otro lado, Hammya y Viki habían salido del gremio hace más de quince minutos y las dos estaban paseando juntas por el pueblo. Viki le mostraba el lugar a Hammya, ya que ella era nueva en el pueblo y como ese día no tuvieron clases, había muchos chicos de la escuela, algunos de los cuales la saludaban. Entre ellos estaba Esteeman, quien pasaba por ahí con unas nuevas zapatillas.

—Hola, Viki y Hammya, ¿cómo andan?

—Bien, Doble E, bien.

Gregorio Maximiliano Esteeman tenía el cabello corto y oscuro, ojos negros. Vestía ropa de gimnasia color azul, con una remera corta y bermudas. Era una persona muy extrovertida a pesar de no tener gremio, ni propio ni afiliado, pero siempre mostraba una postura fiel a los gremialistas en general. Más de una vez rompió una ventana de Candado accidentalmente. Él es su amigo y le encanta jugar al rugby.

Poderes: Puede volar y mantenerse en el aire, tiene una velocidad muy rápida, incluso supera a Anzor y a Declan, gracias a su esfuerzo físico. Su piel es dura como una armadura, y sus golpes pueden ser mortales para un humano sin poderes.

Habilidades: Es bueno en el rugby, se prometió a sí mismo no usar sus poderes para ganar un partido. En casi su totalidad, ya que una vez intentó derribar a alguien y, como tenía piel de acero, el tacle equivalió a estrellarse contra un muro y el muchacho se lastimó. También es bueno en darle información útil a Candado, él es el único, además de Héctor, que lo llama por el nombre de Ernést en lugar de Candado.

—¿Se enteraron? Hoy no hubo clases debido a un ataque de tentáculos subterráneos.

—¿Cómo lo sabes? Tú no estabas presente.

—Viki, Viki, Viki —dijo negando con la cabeza y continuó—soy un experto y soy muy observador.

—Te lo dijo Daria, ¿no es así?

—Sí, pero da igual. El tema es que mientras estaba buscando mi balón, vi a Esteban enfrentándose al sujeto que provocó eso. Lo sé porque invocaba los mismos tentáculos que describió Daria.

—No me digas.

—Te juro que lo vi con mis propios ojos. Esteban estaba peleando con fiereza contra el sujeto extraño, un rayo aquí, un rayo allá, hasta que el sujeto se cubrió con una especie de baba y huyó, y Esteban lo siguió.

—¿Qué pasó? —preguntó Hammya.

—Lo seguí un poco y vi a Esteban lanzando rayos a lo loco por el bosque, pero el sujeto los esquivaba. Lo raro es que Esteban no estaba solo, alguien más lo ayudaba.

—¿Quién era?

—No lo sé, su cara era, literalmente, humo blanco, parecía un fantasma bien vestido.

—Mmm, es curioso, es exactamente la persona con la que se encontró Candado el día de ayer.

—A mí no me parece curioso, Hammya. Candado dijo que era un borrador y los borradores no solo hacen su trabajo, sino que también cuidan a su líder.

—Ya veo, entonces olvídenlo.

—Ejem, da igual, el tema es que la confrontación terminó en un empate, nadie ganó, era muy extraño.

—¿Qué pasó después? —preguntó Hammya.

—El sujeto huyó y Esteban y sus cómplices fueron tras él. A lo que quiero llegar es que tengan los ojos bien abiertos. Uno nunca sabe qué demonios te va a pasar. Y lo digo para que ustedes cuiden a Candado.

—¿Cuidarlo? Pero si él está bien sin...

—Gracias, Maxi, por el consejo. Cuidaremos muy bien a Candado.

—Bien, me voy porque se me hace tarde. Nos vemos mañana, chicas.

Después de que Maxi se despidiera de ellas, las dos continuaron su paseo. Pero luego de unos minutos, Hammya miró a Viki de manera extrañada y preguntó.

—¿Por qué me interrumpiste?

—Hammya, nosotros somos amigos de Candado y es nuestro deber ayudarlo. Puede que sea cascarrabias, terco, mandón y frío, pero en realidad está herido. Tuvo que sufrir la muerte de su hermana hace dos años, y ahora le tocó pasar por lo mismo hace dos meses.

—No es excusa para tratarme como basura.

—Él nunca lo ha hecho, desde que llegué no he visto que te trate de esa forma.

—¿Qué no? Me golpeó con un libro esta mañana.

—¿De qué hablaron?

—Ehhhhh, hablamos de qué era el gremio, qué era el circuito, esas cosas.

—Bueno, debiste decir algo estúpido como para que te haya golpeado.

—Sí, es un cretino, no aguantó un chiste.

—Bueno, tal vez no debiste haberle hecho ese chiste, sobre todo si es un tema importante.

—Igual, creo que debe moderar esa actitud que tiene.

—Cálmate, Candado no es malo, solo es así.

—Cambiando de tema, ¿a dónde vamos?

—Bueno, tú me dijiste que querías conocer a Pio, es ahí donde nos dirigimos.

—Ah, genial, me gustaría conocerla.

—Te va agradar, es una buena chica, es algo cabezuda pero buena.

—No pasa nada. ¿Ella es parte del gremio?

—Sí, por supuesto. Ella, junto con Héctor, Lucas y Erika, son la fuerza intelectual del gremio.

—¿Qué significa eso?

—¿No te lo dijo Candado? Todos los gremios tienen su fuerza propia: fuerza, inteligencia, astucia, saboteadores, ladrones, infantería, caballería, etcétera. Nosotros tenemos dos fuerzas: inteligencia y caballería.

—¿Se puede tener más de dos?

—Claro, pero nosotros no tenemos mucho personal.

—¿Y eso por qué?

—Porque Candado decide quién entra y quién no. De hecho, solo las personas que le llaman la atención pueden entrar al gremio.

—¿Qué le llama la atención?

—Sí, por ejemplo, yo entré porque la primera vez que lo vi intenté matarlo. Sin embargo, durante los últimos minutos de la pelea, Candado se dejó golpear por mí e incluso quiso que le diera el golpe de gracia.

—¿Y qué hiciste?

—No lo hice, no sé por qué. Solo sé que me arrodillé y empecé a llorar. En ese momento me di cuenta de que iba a arrebatar una vida humana por comida, ya que mis padres no tenían dinero.

—Pero... tú eres un vampiro.

—Sí, lo soy, pero no mis padres. Ellos sí necesitan alimentarse. En fin, cuando cesé la pelea, Candado me extendió la mano, a pesar de que yo intenté matarlo hace unos segundos. Me puso de pie y me preguntó: "¿Por qué haces esto si no te gusta?"

—¿Qué respondiste?

—Le conté mis problemas, le conté que éramos pobres y le conté que el Circuito prometió pagarme si lo asesinaba. Cuando terminé de contarle todo, Candado sacó de su bolsillo cincuenta mil pesos en billetes de cien y me dijo que yo y mi familia nos mudáramos a este pueblo.

—¿Qué pasó después?

—Después de eso, me mudé. Mi padre consiguió trabajo para el padre de Héctor y fui aceptada oficialmente en el gremio Roobóleo.

—¿Cómo lo tomó Declan?

—Él no estaba todavía. Solo estaba el ruso.

—Bueno, de todo lo que me contaste, ¿cuál es la conclusión del por qué terminaste en el gremio?

—Candado le llamó la atención que alguien como yo no se atrevió a matarlo cuando tuve la oportunidad, a pesar de que me dio una ventaja muy grande.

En ese momento, Hammya comenzó a recordar lo que dijo Candado cuando la aceptó en el gremio: "La acepté porque ella no es humana". Esas fueron las palabras de Candado. Últimamente ella no se había puesto a pensar en ello, pero cuando lo estaba por hacer, Viki la interrumpió.

—Mira, Hammya, aquí es la casa de Pio.

La casa era linda, parecía un chalet de tamaño mediano, pero estaba construido con cemento. Viki se acercó y llamó a la puerta.

—Pio, soy yo.

Y del otro lado de la puerta contestó.

—No conozco a ningún "yo".

—Soy yo, Victoria.

—No conozco a ninguna Victoria.

—No seas Candado y ábreme.

Luego de unos segundos, la puerta se abrió y Pio salió a darles la bienvenida.

Pio tenía el cabello negro y largo, y unos ojos oscuros. Vestía con prendas muy distintas, parecía un barman, pero sin delantal; lo único que la delataba como mujer era su cabello largo.

Poder: Tiene la capacidad de levitar las cosas, puede volar, puede desmaterializar cualquier cosa que esté hecha de agua, tiene una fuerza descomunal y, al igual que Lucas y Candado, puede controlar el fuego, que en su caso es de color celeste.

Habilidad: Es una experta en sacarle de las casillas a cualquiera, incluso a Candado. Le gusta pintar y resolver enigmas, es muy imperativa cuando está en problemas y es muy cautelosa a la hora de pelear.

—Hola, Viki, no sabía que eras tú.

—Je, no te hagas, sé muy bien que lo hiciste a propósito.

—No es cierto.

—Lo es y no lo niegues.

—Bueno, no lo niego, pero es mentira.

Viki hizo una mueca y miró hacia arriba.

—Da igual —se hizo a un lado y presentó a su amiga—. La que está al lado mío es Hammya Sandia.

—Saillim —corrigió Hammya.

—Lo siento, me equivoqué.

—Saludos, Hammya Saillim —se acercó y le dio un apretón de manos—. Yo soy Pio Ballester, encantada.

Hammya asintió con la cabeza. Luego, Pio las invitó a pasar, y una vez adentro, Hammya y Viki tomaron asiento en los sillones que había allí, mientras que Pio se sentó, literalmente, en el aire. Para Viki, eso era normal, pero para Hammya, era algo extraordinario.

—Bien, no quiero ser descortés, pero ¿qué haces exactamente aquí?

—Bueno, Viki habló sobre ti y le pregunté si podía conocerte.

—Vaya, pues gracias. ¿De dónde eres que tienes ese cabello?

—Soy de Entre Ríos.

—¿El color de tu cabello tiene algo que ver con tu poder o solo te lo tiñes así?

—No, es mi color natural y punto. En cuanto a mi poder, no sé con claridad cómo funciona. Una vez, cuando tenía cinco años, tropecé y caí, pero antes de llegar al suelo, una raíz de un árbol me detuvo y hasta el día de hoy no sé qué pasó ni por qué pasó.

—Vaya, ¿pero lo volviste a hacer?

—Hace unos pocos días lastimé a Candado con mi poder —dijo Hammya muy apenada.

Viki y Pio quedaron boquiabiertas cuando escucharon que alguien tan sumisa como ella hubiera lastimado a Candado.

—¿Bromeas, verdad? —preguntó Viki.

—Ojalá así fuera.

—Imposible, es prácticamente imposible.

—Lo siento, Pio, pero lamentablemente es verdad.

—Joder, es increíble, básicamente no lo puedo creer.

—No fue mi intención, él quería que yo le diera una muestra de mi poder, pero nunca pensé que fuera tan desastroso.

—Bueno, por lo menos no fue grave —dijo Viki.

—De hecho, me pareció extraño que Candado no se molestara conmigo por lo que ocurrió.

—No, no es extraño. Candado es una persona muy respetuosa. Si él te pidió que usaras tus poderes, entonces Candado sabe muy bien las consecuencias.

—Qué profundo, Viki, qué profundo.

—Cierra la boca, Pio.

—En fin, dime algo de tu vida.

Justo cuando Hammya estaba por responder, alguien llamó a la puerta.

—Dios mío, ¿ahora quién podrá ser? —se quejó Pio.

Se acercó a la puerta y preguntó.

—¿Quién es?

Y del otro lado de la puerta respondió.

—¿De casualidad esta es la casa donde vive la señorita Natalia Ballester?

—¿Quiénes son ustedes?

—Somos sus amigos.

—Ah, ¿en serio? Yo soy su hermana, ¿de qué la conocen?

—Nosotros la conocemos en el gremio. Soy Germán, Lucas y Candado.

Pio sonrió y dijo.

—Váyanse, trío de mentirosos. No me interesa en nada si quieren verme.

Cuando Pio dijo eso, una mano atravesó la puerta de un puñetazo y abrió la perilla de la puerta. Detrás de ella, entraron dos chicos y dos adolescentes con máscaras de porcelana, cada una con la cara de un animal. Pio retrocedió y le dio una patada al primero que entró, luego corrió al living y avisó a Viki y a Hammya. Pero cuando estaba por decirles, uno de los tipos le tironeó del cabello y sacó un machete. Pio reaccionó rápido y le tomó del brazo, pero como ella estaba en una posición mala, se le hacía más difícil detener el machete que se le estaba acercando al cuello lentamente. Cuando todo parecía perdido, Viki saltó de la nada y le pateó en la cara, haciendo que soltara el machete. En ese instante entraron los demás. Los adolescentes tenían armas y comenzaron a disparar. Esto hizo que Pio y Viki se ocultaran en el living. Hammya estaba completamente asustada y no podía moverse del sillón. Viki mantenía cerrada la puerta con su cuerpo, como también las balas, ya que al ser vampiro era inmortal.

—¡PIO, LLAMA AL GREMIO, NECESITAMOS SU AYUDA URGENTEMENTE!

—¡EN SEGUIDA!

Entonces Pio corrió rápidamente a la cocina y marcó el número. Hammya se mantuvo abajo cubriéndose la cabeza.

—Sí Candado me diera permiso, ya estarían muertos —susurró Viki mientras mostraba sus colmillos.

Lamentablemente, después de que cesaron los disparos, la puerta se rompió y Viki salió volando por los aires con su pollito Sío. Luego entraron los cuatro y comenzaron a atacar a Hammya, pero Viki saltó del librero y le golpeó en la cara a uno. Luego miró a los que tenían armas y, con una sonrisa, comenzó a hacer crecer sus uñas de manera terrorífica. Ellos, sin tenerle miedo, comenzaron a disparar, pero las balas no le hacían nada. Cuando llegó a ellos, cortó las armas en tres partes como si fueran mantequilla. Sin embargo, los dos la tomaron de los brazos y la arrojaron contra la pared. De manera sincronizada, comenzaron a golpearla.

En ese momento llegó Pio y trató de salvarla, pero se interpusieron los dos niños: uno armado con un machete y el otro con manos de lava que chorreaban en el suelo y dejaban un agujero en él. Pio, mostrando una sonrisa, se lanzó a ellos rápidamente. El sujeto con el machete comenzaba a agitarlo por el aire con la intención de matarla, pero ella era muy rápida y lo esquivaba con facilidad. El otro lanzaba lava de sus manos, y Pio daba golpes y los esquivaba.

Mientras tanto, Viki luchaba contra los otros dos. Harta de que la siguieran golpeando, levantó sus pies y los golpeó en el estómago, haciendo que la soltaran. Una vez que ella estaba libre, se lanzó nuevamente al combate. A uno de ellos le incrustó sus uñas en el pecho y lo tiró por la ventana, que estaba abierta por alguna razón. Al otro lo llenó de golpes y patadas por todo el cuerpo, dejándolo muy debilitado. Una vez que él estaba en esas condiciones, Viki tomó impulso y saltó hacia él, dándole una patada en el pecho y haciéndolo volar por la ventana, que se rompió esta vez.

Una vez que Viki acabó con esos dos, fue a ayudar a Pio con los otros dos. Sin embargo, estos dos eran más hábiles que los adolescentes, más rápidos, más fuertes y más astutos. Eran muy difíciles de atacar, ya que esquivaban los golpes de Viki y Pio. En cambio, ellos sí llegaron a dar golpes, muchos de ellos mortales. Pero como Viki era un vampiro, no le hacían daño alguno. Ella peleaba junto con su compañera Pio, y tenían algo que ellos no tenían: el trabajo en equipo y la sincronización al momento de pelear. Habían aprendido estos elementos de Candado. Mientras Viki detenía todos los golpes, Pio los atacaba en zonas desprotegidas.

Sin embargo, en un punto, el niño del machete golpeó en el abdomen a Pio y la dejó en el suelo. Viki intentó auxiliarla, pero no podía, ya que cada vez que intentaba acercarse a Pio, era atacada por el chico que manejaba la lava. Mientras tanto, el sujeto del machete se acercaba lentamente, arrastrando su arma por el suelo. Cuando llegó a donde estaba Pio, levantó su machete al aire.

En ese momento, cuando todo parecía perdido, Hammya salió de su escondite y le tiró un vaso de vidrio en la cara. El sujeto se inclinó y corrió hacia donde estaba Hammya con su machete para matarla, pero ella lo esquivó a duras penas, ya que le había dejado una herida en el brazo, y haciendo que el arma quedara trabada en el estante de la cocina. Cuando el sujeto logró liberar su machete, se acercó nuevamente a ella, y Hammya, muerta de miedo, quedó paralizada y cerró los ojos.

En ese instante, Candado entró por la ventana de la cocina y, sacando su facón, comenzó a batirse a duelo contra el sujeto. En esa pelea, Candado logró quitarle el machete al sujeto y comenzó a pelear con él, dándole con todo lo que tenía. El sujeto, desesperado, trató de pelear, pero sus esfuerzos fueron totalmente inútiles. En un intento desesperado, lanzó un puñetazo hacia Candado, pero él lo detuvo con su contra palma y, de manera astuta, Candado lo agarró con la misma mano con la que había detenido el puñetazo. Luego lo tiró hacia él, a tal punto que terminó dislocándole el hombro. Luego le golpeó tres veces en las costillas. Cuando acabó, Candado lo levantó y lo durmió de un cabezazo en la cara, pero no sirvió de mucho, ya que huyó por la ventana, la misma por donde él había entrado. Después se acercó a Hammya, le dio una bofetada y le dijo:

—No seas estúpida, nena. Nunca más vuelvas a titubear o a cerrar los ojos cuando estés en una pelea como la que acabas de presenciar.

Hammya, con su mano en la mejilla, miró a Candado y asintió con la cabeza. Una vez que Candado la salvó, fue caminando tranquilamente hacia el living. Allí vio a Héctor y a Viki sentados en un sillón, él tratando de curar algunas heridas de bala con vendas y limpiando con un pañuelo los golpes de su cara. También vio al agresor tirado en el suelo siendo pisoteado en la cabeza por Declan mientras lustraba su espada y a Pio, quien le estaba atando al sujeto.

—Buen trabajo, equipo.

—¿Qué haces aquí, Candado?

—Pues si no te has dado cuenta, Héctor, Pio fue la que me llamó y fui yo quien pasó la llamada al gremio.

—Cierto que Pio no sabe de tu descanso.

—¿Qué? ¿Tú de descanso? Eso sí que es nuevo.

—Cállate, Pio.

—Eso significa que Héctor está a cargo.

—Que no se te suba a la cabeza. Estaré de vuelta en una semana.

—Bueno, ya fue suficiente, Candado. ¿Te has encargado del otro?

—No, se me ha escapado. En ese instante apareció Clementina cargando una bolsa de dinero.

—Clementina, vaya, no te vi entrar. ¿Y esa bolsa? —dijo Declan.

—Es obvio porque entré por la ventana. En cuanto al dinero, es para las reparaciones.

—Te dije que te quedaras y cuidaras a Yara.

—Y la estoy cuidando. En este momento está hablando con la señorita Hammya. Yo, si fuera usted, iría a ver a la señorita. Ha estado un poco asustada, después de todo, casi la matan.

—¿La trajiste aquí? —exclamó Candado mientras se iba.

—Señor, ¿qué hacemos con ellos? Candado se detuvo un momento y luego miró a los dos sujetos.

—Envíenlos directamente a la estadía del norte. Ahí se les dictará una sentencia. Ni bien dijo eso, Candado entró en la cocina y ahí vio a Hammya sentada en el suelo muy exaltada, respirando salvajemente, mientras que Yara estaba al lado de ella abanicándole con un pedazo de cartón.

Candado se acercó, se arrodilló y puso sus dos manos en su mejilla.

—Hey, hey, tranquila, ya todo ha pasado —dijo de manera fría.

Hammya seguía exaltada, así que Candado no tuvo mejor idea que volver a abofetearla.

—¿Ya está? ¿Estás bien ahora? —preguntó de nuevo, aún con su expresión. Hammya se calmó, miró a Candado y le dio un abrazo. Esto hizo que Candado perdiera el equilibrio y se cayera sentado.

—Hammya, no exageres, suéltame por favor —decía Candado mientras trataba de zafarse. Pero luego de un rato, Hammya comenzó a llorar sobre el hombro de Candado.

—Espera, no lo hagas, si esto es porque te golpeé, perdón por haberte golpeado —decía él mientras trataba de sacársela de encima.

—No, tienes razón en haberme golpeado. Gracias por salvarme la vida. Gracias.

—Bueno, suéltame por favor —dijo él de manera cansada. Sin embargo, Hammya seguía pegada a él y no le soltaba por nada del mundo.

De algún modo, Yara no se sentía muy cómoda al ver que era abrazado por alguien más que no era ella, como también confundida al verlo. Pero después de un rato, Yara decidió también abrazar a Candado sin razón aparente, dejándolo totalmente inmóvil.

—¿Ahora tú también? Candado se había quedado inerte por unos minutos, hasta que Hammya y Yara lo soltaron.

Candado no sabía por qué le habían abrazado de esa forma, pero sí lo sabía de Yara, ya que ella es una niña y emita a todos, pero no de Hammya, a pesar de que le abofeteó dos veces.

—Bien, no quiero saber lo del abrazo. Ahora quiero que vuelvas a casa, ¿está claro, Hammya?

—Sí, de acuerdo.

—En cuanto a ti, jovencita, vuelve a casa. Yo estaré de vuelta en cuanto termine mi trabajo. —No, señor, estás de vacaciones. Yara no se va a ir a ninguna parte.

—Claro que te vas a ir.

—Que no.

—Que sí.

—Que no.

—Que sí.

—Que no.

—Que sí.

—Que sí.

—Que no.

—Bueno, tú lo has dicho. Vuelve a la casa.

—Oye, hiciste trampa, eso no se vale, no es justo.

—Lo siento, la vida no es justa. Ahora vuelve a casa.

—Me rehúso a volver.

—No se dice "ruso", se dice "rehúso".

—Bueno, eso, no quiero volver, quiero estar contigo.

—Hablaremos después. Vuelve a casa.

—¡QUE NO QUIERO VOLVER!

—Te acusaré con el señor del terror si me desobedeces. En ese instante, Yara comenzó a temblar y a mover su cola salvajemente.

—No tengo miedo, de verdad, no tengo miedo, que venga, yo le voy a dar trompada.

—Se dice "trompada". ¿Vas a volver a casa?

—¡NO! Candado, ya sin opciones y sin paciencia alguna, con una mueca y un pisotón, dejó que Yara se quedara con él, ya que estaba cansado de discutir con una niña de cinco años.

A esa edad, es cuando el niño es más testarudo como una mula. Así que Candado alzó a Yara y le dijo.

—Bien, tú ganas, pero la próxima vez me harás caso.

Candado se acercó a Hammya y la ayudó a ponerse de pie, luego la tomó de la mano y la llevó al living donde estaban los demás. Una vez allí, Candado empezó a hablar con sus compañeros.

—¿Lo han visto? Es totalmente fuera de lo normal que hayan intentado matar a Pio.

—Tienes toda la razón, Candado. No puedo creer que el Circuito haya intentado matar a nuestra amiga —dijo Viki.

—¿Dónde están Declan y Pio? —preguntó Candado.

—Se fueron a llevar a los culpables a la zona norte.

—¿Pudiste ver los rostros detrás de las caretas?

—Sí, pero no los conozco. Parecía que Declan los conocía e incluso dio sus nombres. —¿Cómo se llamaban?

—Fernández Trillózo, discípulo de Desza Blastimania, y Colman Cervantes —dijo Héctor.

—Es imposible. Creía que estaba equivocado.

—¿Qué sucede? —preguntó Clementina.

—Fernández fue una vez parte del Gremio, pero fue expulsado debido a que era un loco psicótico.

—¿Qué quiere decir eso? —preguntó Viki.

—Yo estaba equivocado. No solo los Testigos reclutan a los opositores del Circuito, sino que también proscriptos de la O.M.G.A.B.

—¿Qué significa eso, Candado?

—Parece que nuestro enemigo quiere aprender de nosotros para así destruirnos.

—Es bastante extraño. ¿Por qué reunir a estas personas para destruirnos?

—No te pongas así, Viki. Recuerda que necesitas calmarte.

—¿Nuestros enemigos quieren conocernos?

La verdad se había vuelto bastante extraña. No era posible pensar que había gremiales que habían sido destituidos por comportamiento agresivo y de traición. Los Testigos se estaban volviendo bastante extraños, yendo en contra de sus ideologías para acabar con los gremios. Querían llegar muy lejos para destruir a sus enemigos. La explicación estaba muy lejos para todos, pero para Candado, la respuesta no importaba. Si estos locos querían acabar con ellos, entonces sería él quien los destruiría primero. El mundo ya había visto una guerra, una guerra oscura. Harambee luchó y defendió la libertad por la que mucha gente murió. Los gremios representaban la garantía de esa paz, y había que demostrar esa responsabilidad que se les otorgó.