Hace aproximadamente un siglo, una piedra proveniente del espacio impactó en nuestro mundo. En ese momento, muchos creían que sería solo otra de las miles que caen o cruzan los cielos. Sin embargo, la realidad fue distinta, ya que este acontecimiento cambiaría el curso de la historia para siempre. Dentro del ser humano se alojó una porción de esa roca, conviviendo con la humanidad hasta nuestros días. A esta manifestación se le denominó "Segunda alma" o "Espíritu Mágico". Con la llegada de este suceso, la mayoría de las personas adquirieron poderes, y a partir de entonces, todo cambió drásticamente. Estos dones surgieron en los niños, un fenómeno inexplicable en cuanto a su origen. El mundo se sumió en la oscuridad y el peligro, mientras los niños eran fácilmente corrompidos y los que resistían eran vencidos por los más fuertes. En medio del caos y la destrucción, emergió él, una figura que había acumulado seguidores a lo largo de los años. Aunque su nombre era un misterio, se hacía llamar Tánatos. Su elocuencia persuasiva inspiró a sus seguidores a buscar orden en un mundo desgarrado por conflictos constantes. Sin embargo, todo era una mera farsa, ya que su verdadero objetivo era someternos a todos bajo su dominio. Los pequeños grupos de seguidores de Tánatos, conocidos como el Circuito, arrasaron con todo lo que encontraron a su paso. Los desvalidos ante un ejército organizado y liderado por Tánatos perdieron sus libertades y derechos. En apenas tres meses, la humanidad quedó subyugada por el Circuito, las voces de oposición fueron apagadas una tras otra, dejando únicamente el eco de Tánatos, el arquitecto de esta nueva realidad. Poco a poco, el mundo fue olvidando lo que significaba la libertad, bajo treinta meses de gobierno absoluto.
No obstante, un rayo de esperanza, que había desaparecido en todos los rincones del mundo, resplandeció en el corazón de África. Una niña anhelaba recobrar su libertad, incluso mientras era destinada a las minas donde los esclavos de Tánatos eran enviados. Su nombre era Ndereba Harambee. Su madre había fallecido al darle vida, y su padre murió cuando ella tenía once años. Las condiciones en las que vivía su padre lo llevaron a padecer enfermedades cardíacas. A pesar de ello, luchó por mantener a su única hija. Cuando la mina colapsó sobre él, nadie extendió una mano para ayudar, ni siquiera los supervisores Circuistas. Harambee gritó y suplicó auxilio a sus amos, pero estos se burlaron de ella. De rodillas, sobre el suelo rocoso y afilado, rogó que rescataran a su padre. Él era todo lo que tenía en la vida, pero los guardias continuaron burlándose. En los últimos momentos de agonía y sufrimiento, su padre reunió las últimas fuerzas que le quedaban para tomar la mano de su hija y transmitirle sus últimas lecciones. "Nunca te rindas, lucha por tu libertad, nunca... nunca uses el don que te ha sido otorgado para hacer daño, úsalo para el bien. Por favor, nunca recurras a la venganza". Con estas palabras, yaciendo en el suelo abatido, abrazó por última vez a su pequeña, entregando su último aliento en los delicados brazos de su amada hija.
Su cuerpo fue arrojado de manera despectiva en una fosa común. Harambee no pudo hacer nada para asegurar un entierro respetuoso para su padre, en su lugar recibió golpizas por parte de sus opresores. Sin embargo, las circunstancias no mejoraron para ella. Tras la muerte de su padre, su carga de trabajo se incrementó a dieciocho horas y su período de descanso se redujo de cuatro a dos horas. Así transcurrieron dos largos meses en medio de ese tormento. Lentamente, su deseo de vivir se esfumaba. Los grilletes en sus tobillos quemaban y causaban dolor noche tras noche, día tras día. No había escapatoria de ese sufrimiento. Llorando, maldecía su existencia. Mientras dormía, hablaba con su difunto padre, expresando que ya no podía continuar, que no soportaba el dolor, el frío, el calor, el hambre, la sed y el agotamiento. Cargaba con todo esto, ya no deseaba seguir adelante.
Finalmente, un día intentó quitarse la vida ahorcándose. Sin embargo, cuando estaba a punto de llevar a cabo su triste decisión, observó a través de la ventana de su modesta morada a una niña un poco más joven que ella, suplicando ayuda para su madre, que se encontraba gravemente enferma. La madre se había desmayado en plena calle debido a la falta de alimento y los continuos trabajos forzados a los que era sometida. Y para colmo, estaba siendo golpeada en el suelo, mientras la niña intentaba detener a los maltratadores, aunque ella también era víctima de los abusos. Harambee se vio reflejada en esa niña y desde la ventana de su casa, sintió una inmensa indignación que recorrió todo su ser. Fue en ese momento que Harambee tomó una roca que sostenía con su mano izquierda y, con la fuerza de su puño, la destrozó. Esa misma roca que pensaba usar para atarla a su pierna y acelerar su propia muerte sin dolor.
La niña, harta de presenciar semejante escena horripilante, salió de su casa y corrió hacia donde la tragedia tenía lugar. Mientras un guardia se preparaba para golpear a la niña con un palo de hierro, con la intención de infligir sufrimiento a los esclavos, Harambee apareció tras él y le arrebató el arma de las manos. Aunque el guardia se creía en control, no pudo avanzar al ver cómo Harambee destruía el palo de hierro con su mano izquierda, pronunciando unas palabras que marcarían el inicio del fin de los Circuitos: "Ilikuwa ya kutosha" (Basta ya), hablando en su idioma, el suajili. Estas simples palabras hicieron retroceder al guardia, pues nunca habían presenciado algo similar y no estaban preparados para esa reacción. Harambee se abrió paso y fue hacia la madre de la niña enferma. Sin embargo, el guardia, enojado por el acto de rebeldía de una "sucia esclava" como ella, arrebató el arma de otro guardia presente y se preparó para golpearla por la espalda. Justo en ese instante, la niña empujó a Harambee a un lado, recibiendo ella misma el golpe en lugar de su salvadora. El impacto le rompió la espalda, dejándola inconsciente y, además, arrebatándole la posibilidad de volver a caminar. En ese momento, los ojos de Harambee se abrieron desmesuradamente al contemplar tan espantosa escena. La espalda de la niña estaba cubierta de sangre. Fue entonces cuando Harambee comprendió cuál era su misión en la vida: poner fin a la opresión impuesta por Tánatos y su Circuito.
Harambee se erguió, sus ojos empezaron a estrecharse por la ira. Su grito de odio liberó lo que había guardado en silencio durante años. El cielo se cubrió de nubes y el cabello de la niña cambió de color, dejando atrás el negro para tornarse blanco. La ira se apoderó de su ser, liberando años de tiranía en un solo día, todo a través de su grito.
El estruendo resonó por casi toda la zona, pero no solo eso, su ira le concedió la fuerza necesaria para romper las cadenas que la habían atormentado durante casi tres años, haciéndolo con sus propias manos. Los guardias, aterrados ante lo que presenciaban, huyeron del lugar, dejando solo al individuo que había despertado la furia de la joven. Sin embargo, este no se dejó intimidar y decidió enseñarle una lección. Pero el papel de profesor y alumno se invirtió cuando Harambee propinó un golpe en el pecho al hombre, dejándolo inconsciente al instante. Luego, la lluvia cayó sobre Harambee, la mujer y la niña, así como sobre todos los que habían sido testigos del acto de rebeldía que marcó el comienzo del fin del Circuito.
A la mañana siguiente, Harambee se dirigió personalmente a la base militar del Circuito para desafiarla. Usando únicamente sus poderes, desató fuego, caos y destrucción, dejando una impresión imborrable en los circuistas. Su valentía clandestina se convirtió en viral. A pesar de sus esfuerzos por mantener en secreto su revelación, no pudo evitar que se difundiera el rumor de que una niña llamada Harambee había desafiado al Circuito. Pronto, todo el mundo quería ser como ella. Sin embargo, su país aún estaba lejos de ser libre. Tánatos mantenía su control implacable, mientras se preparaba para enfrentar a la única persona que se había atrevido a desafiarlo. Tánatos emprendió su viaje hacia Kenia con un ejército aún más numeroso, buscando intimidar tanto a Harambee como a quienes la apoyaban. Pero ya era demasiado tarde, Harambee había ganado la aprobación de su pueblo y estos habían aprendido a defenderse y controlar sus poderes.
En ese momento, Tánatos comprendió la amenaza que Harambee representaba para su gobierno. Ordenó a su ejército que le trajera la cabeza de Harambee, pero ella logró detener al ejército del Circuito y hacerlo retroceder. Nada ni nadie podría acabar con su determinación de buscar la libertad.
Así, lo detuvo y lo rechazó tres veces más, hasta que en el cuarto asalto, Tánatos mismo tomó el centro del escenario. Antes de que pudiera iniciar su ataque, Harambee lo rodeó y lanzó un ataque sorpresa. Aunque Tánatos no pudo reaccionar a tiempo, logró mantenerse en pie y luchar. Fue en ese momento que Harambee se lanzó al ataque montada en un león, un animal que había rescatado de las garras de los circuistas que lo usaban para lastimarlo. Con su lanza de oro, un regalo que había recibido de algunos señores kĩkũyũ como muestra de gratitud por sus habilidades y liderazgo, lideró la ofensiva.
Tánatos se sintió deslumbrado al enfrentar a su oponente, una simple niña (aparentemente de entre 16 y 18 años, su edad seguía siendo desconocida). Su rabia se transformó en una sonrisa y carcajadas. No podía creer que alguien como ella le estuviera causando problemas. En ese instante, Harambee liberó toda su ira contra el individuo que había causado sufrimiento a su gente. La lucha entre sus poderes se intensificó: la astucia e inteligencia de la joven contra la fuerza y agilidad de Tánatos, lanza contra guadaña. El destino de la humanidad pendía de un hilo en esa batalla. Finalmente, Harambee arremetió con su lanza en medio del pecho de Tánatos. El grito de Ndereba expresaba su ira, su gran enemigo fue atravesado por la lanza. A pesar de que Tánatos era inmortal, sobrevivió al ataque, pero quedó debilitado. A consecuencia de esto, Tánatos cayó en medio de la batalla a sus pies, pero ella no pudo o no tuvo tiempo de hacerle algo. Los circuistas tomaron a su líder y huyeron al gélido desierto de la Antártida, abandonando ese lugar para siempre. Mientras tanto, Harambee ascendió a la cima del monte Kenia, alzó su lanza y gritó de victoria. Por fin, Kenia era libre, gracias a la batalla que el mundo entero recordaría como "La Batalla de la Esperanza", liderada por Ndereba Harambee.
El golpe de perder Kenia fue devastador. Lentamente, más países se enteraron de las valientes hazañas de Ndereba Harambee y su lucha contra el imperio del Circuito. Todos adoptaron su nombre en nombre de la libertad y la igualdad. En ese momento, la gente tomó las riendas y luchó por sus familias y patrias. Los Circuitos, lejos de poder frenar a los revolucionarios, recurrieron a medidas extremas como amenazas y torturas, pero nada surtía efecto. El deseo de recuperar la libertad se había propagado por todo el mundo y era imposible detener ese sentimiento.
Tánatos, quien aún no se había recuperado de sus heridas de la última batalla, comenzó a odiar a la niña que se había atrevido a enfrentarlo. Se sentía impotente al no poder seguir combatiendo contra su más grande enemiga. Las luchas continuaron sin cesar hasta que el último país bajo el dominio de los Circuitos, Inglaterra, fue finalmente liberado por el ejército revolucionario conocido como los Highlanders. Estos tomaron el palacio de Hampton Court en Londres, la sede del poder del Circuito, dejándolos acorralados en el frío desierto de la Antártida y sin más colonias por conquistar.
En ese instante, Harambee creó los gremios, pequeñas organizaciones encargadas de defender a sus familias y patrias. La idea se difundió por todo el mundo para que, si el Circuito intentara regresar, se enfrentara a personas capacitadas y entrenadas, evitando así ser nuevamente oprimidos.
Harambee permaneció en su tierra natal con su nueva familia: su hermana y su madre, las mismas personas a las que había salvado tiempo atrás. Aunque su hermana nunca volvió a caminar, ambas eran felices y compartían alegría al estar juntas. Para Harambee, esa era su nueva familia y su nuevo propósito: protegerlas.
Sin embargo, todo esto aún no había terminado. Tánatos intentó una y otra vez regresar. Su ejército se camufló como personas comunes y desde las sombras intentó provocar golpes de estado en varias naciones, a menudo estando cerca del éxito. Fue entonces cuando un joven llamado Iván Crusoe se dio cuenta de que era solo cuestión de tiempo antes de que el temible sujeto regresara y perturbara la paz una vez más. Iván compartió su idea con el mundo, escribiendo miles de cartas en diferentes idiomas para expresarla. Sin embargo, su idea fue rechazada por muchas naciones y políticos importantes, como era de esperar. Hasta que las cartas llegaron a manos de seis niños de distintas nacionalidades: Jack Barret, Rosa Velázquez, Alex Bernstein, Shen Jun Li, Chizuru Aikawa y, por supuesto, Ndereba Harambee.
Estos siete niños de diferentes países unieron sus recursos para cumplir su sueño más anhelado: detener a Tánatos. Se reunieron en Versalles y planearon la creación de una nueva organización, la Organización Mundial de Gremios Adjuntos, abreviada como O.M.G.A. Su misión sería ayudar a todos los gremios del mundo cuya ubicación se encontrara en una isla emergida entre Sudamérica y África.
Iván y Harambee se dieron cuenta de que la única forma de vencer a un ejército como el Circuito era crear uno propio, capacitado y entrenado. En ese momento, Tanatos se recuperó de sus heridas después de varios años y decidió atacar nuevamente a la humanidad. Harambee no tendría que enfrentarlo sola esta vez, ya que contaría con la ayuda de sus amigos. A pesar de luchar con habilidad, Harambee se encontró en desventaja contra un Tánatos que ya no era el mismo, sino mucho más poderoso.
En el año 1920, en la cima de las montañas del Tíbet, se libró la última batalla entre los gremios y los circuitos. Tánatos se enfrentó a los presidentes de la organización y dañó a todos. Fue en ese preciso instante que Alex Bernstein sacrificó su vida por sus compañeros, recibiendo el impacto de la energía enemiga, lo que desató la furia de todos. Jack cortó los tendones de Tánatos con su facón, Shen bloqueó su energía maldita con un golpe en el pecho, Rosa desarmó a Tánatos con su increíble fuerza y habilidades, Iván protegió a sus amigos con su magia de combate especial, Chizuru lo golpeó con todas sus fuerzas y lo arrojó al cielo utilizando sus poderes del viento. Finalmente, Ndereba Harambee asestó el golpe final con su lanza de oro en el pecho de Tánatos, pronunciando un hechizo en suajili que lo encerró en un cofre, poniendo fin al mal de una vez por todas.
Los sobrevivientes regresaron a sus hogares y vivieron en el anonimato, por un tiempo, poniendo fin a la injusticia y, por supuesto, a Tánatos. Decidieron añadir una letra más a la organización, que pasó a llamarse O.M.G.A.B. (Organización Mundial de los Gremios Adjuntos Bernstein) en honor a Alex Bernstein, quien había muerto de manera heroica.
Después de la derrota de Tánatos, cada uno siguió su camino. Harambee regresó a su hogar y vivió hasta su fallecimiento, honrada con la mayor gloria que alguien podría alcanzar. Shen regresó a su patria y contribuyó significativamente a la formación de la República China. Chizuru se casó con Iván Crusoe y juntos abandonaron la O.M.G.A.B., dejando sus cargos a sus hijos. Rosa dejó de lado sus diferencias con Jack y se casó con él, demostrando que el amor podía superar el odio.
Hasta el día de hoy, los gremios y la O.M.G.A.B. siguen funcionando como entidades importantes. Sus políticas fueron aceptadas en todo el mundo, aunque el Circuito todavía continúa en guerra. A pesar de esto, su aceptación también es amplia, ya que sus ideales iniciales eran la paz y la eliminación de las fronteras entre naciones. Sin embargo, lo más destacado es que Ndereba Harambee seguirá siendo un ícono en la lucha contra el Circuito, y su nombre será recordado una y otra vez como "Harambee, la madre de la libertad".