—Cállate... ¡CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ! —rugió Chu Wuyang, su aura de Señor Espiritual explotando a su alrededor. Sin embargo, debido a la formación, solo pudo ejercer la fuerza de un Gran Maestro Espiritual máximo.
—¿Qué crees que estás intentando hacer? —gritó Chu Shijian.
—¡Lo que me dé la gana!
Sin decir otra palabra, Chu Wuyang se lanzó hacia Yuan como un tigre, irradiando un aura asesina. En el aire, convocó una espada y la blandió hacia Yuan sin dudar.
—¡Yuan! —Chu Liuxiang lo llamó instintivamente, aunque sabía que Chu Wuyang no podría tocar ni un solo cabello de él.
Efectivamente, Yuan atrapó casualmente la hoja con dos dedos y, sin esfuerzo aparente, la apretó tan fuerte que la espada entera se desintegró en cientos de fragmentos.
—¿¡Qué!? ¡Eso era un tesoro de grado Cielo! —exclamó Chu Wuyang con voz aterrorizada.
Nunca había visto a alguien romper un tesoro de grado Espíritu con sus propias manos, mucho menos de grado Cielo.