Después de que los Maestros de Secta y sus discípulos se fueron, Long Yijun regresó a su cuartel general con los demás ancianos de alto rango de la secta.
—¡Jajaja! ¡Qué grupo de idiotas! Realmente pensaron que iban a derrotar la torre —Long Yijun se rió alegremente mientras miraba los cuatro tesoros de grado Divino en su poder.
—Maestro de Secta, ¿qué debemos hacer ahora? Si bien es genial que hayamos obtenido estos tesoros de grado Divino, dudo mucho que las otras sectas simplemente nos permitan quedárnoslos —de repente preguntó el Anciano Xuan.
Y continuó:
—Definitivamente regresarán por ellos.
Long Yijun dejó de reír después de escuchar las palabras del Anciano Xuan y asintió con una expresión seria en su cara, —Estoy bien informado de eso. También no tenemos necesidad de estos tesoros de grado Divino, así que pienso venderlos a ellos.
—¿Cuánto piensas venderlos? —de repente preguntó el Anciano Bai.
Long Yijun mostró una sonrisa maliciosa y dijo:
